domingo, 17 de febrero de 2013

Bienvenidos

Aquí les presento mi libro "Importancia del comprador en la economía y la política".
El mismo se encuentra también en las librerías y puede ser descargado gratuitamente en formato de libro desde http://compradorinteligente.bubok.es/
Si no encuentra el libro en su librería, llame al (011) 4628-9923

Gracias por su interés y esperamos sus comentarios.
Juan Carlos López

Prefacio

Las ideas expuestas en este libro son originales del autor y no siguen lineamientos de economistas ni filósofos ni ensayistas. No pretenden provocar una revolución, pero sí generar una curiosidad que conduzca a iniciar acciones útiles al bienestar humano.
Las frases en bastardilla pueden saltearse en una primera lectura.
Las palabras o frases que se inventaron en este libro para designar conceptos específicos para nuestros razonamientos van entre comillas.

LIBRO PRIMERO - El comprador. Su importancia en la economía

Introducción
  Usted compró un caramelo, y esta operación comercial le pareció un acto insignificante. Si alguien le asegurara que todas las compras son importantes, por pequeñas que fueran, usted lo tomaría a broma. Consideraría importante la compra de un avión, de un automóvil, de un campo de 100 hectáreas, pero no la de un caramelo. Pero no es una sola compra: muchas compras de caramelos se realizan en un día. Tal vez  se compran 1000 millones de caramelos en un día, y ahí aparece la importancia de la compra: son muchas las compras y su total es lo importante.
  Gracias a ese total se mueven las empresas que fabrican los artículos que se compran. Si no hubiera compras las fábricas no funcionarían. No habría empleos. No habría más que pobreza. 

Comprador

  Llamaremos comprador al consumidor final, al que hace uso de lo que compra y no lo transfiere, total o parcialmente, a otra persona. Quien compra cigarrillos es un comprador, si es quien los fuma. Si los revende no es un comprador, según la forma en que lo veremos en este libro.

Empleo

  Llamaremos así al conjunto de tareas que realiza una persona para satisfacer las necesidades de otra persona y por lo cual recibe una retribución. La otra persona puede ser un patrón (relación de dependencia) o un cliente (cuenta propia). No consideraremos como empleo al conjunto de tareas que una persona realiza para satisfacer sus propias necesidades. 
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Asalariado

  Llamaremos así a la persona que recibe un salario. Puede ser obrero o empleado o tener cualquier otra denominación, como jefe,

gerente, director general, decano de una casa de estudios, etc. Es el nombre que nos parece más cómodo para nuestras exposiciones. Además, nos permite evitar la distinción que se hace a veces entre los distintos tipos de jerarquías, como la distinción entre jefes y obreros, que para nosotros son la misma cosa. Si una persona trabaja por cuenta propia la consideraremos patrón y asalariado a la vez.


Importancia del comprador

  Para que usted tenga una idea de lo que significa un comprador, piense que, si nadie compra lo que se produce en el lugar en que usted trabaja, usted quedará sin empleo. Y si trabaja en un comercio que no tiene compradores también quedará sin empleo y, casi seguramente, sin medios de subsistencia. Eso le da idea de lo que significan los compradores. 
  Es más: piense en una industria que a usted le parece sumamente poderosa. Una industria gigantesca que factura 100.000 millones de pesos por año. Y piense en lo que sería de esa industria si dejara de tener compradores de sus productos. Dejaría de funcionar. Eso le muestra que la poderosa no es la industria en sí misma, sino que los compradores que tiene le dan ese poder. A lo más que puede usted llegar es a mostrar que esa industria tiene la capacidad de conseguir compradores, ya sea porque sus productos son fascinantes o porque logra seducir a los compradores. Pero si no tiene compradores esa industria no es nada.
 Podría argumentarse que es improbable que todos los compradores se pongan de acuerdo en no comprarle a esa empresa. Pero el poder existe. Un comprador es como un microbio. Uno no es nada, pero un montón de ellos, todos con los mismos propósitos, son suficientemente fuertes como para hacerse notar.
  Puede hasta pensar en industrias que no parecen serlo, como la

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preparación de las murgas de carnaval en Brasil, que tienen como compradores a sus propios participantes, cuyos dineros pagan los salarios de los compositores, los coreógrafos, los escenógrafos los músicos, los vestuaristas, etc., etc, etc. Hasta en la película argentina “El polaquito” se muestra que los que mueven toda la maquinaria del submundo en que se mueve el protagonista son los que le dan dinero, o sea los compradores de la actuación del “polaquito”, que es un niño de la calle que canta en los trenes. Son los compradores los que mueven toda esa “industria”.
  Y no podemos dejar de lado las industrias ilegales, como el contrabando, la caza de animales de especies protegidas, el tráfico de alcaloides, que medran gracias a los compradores que tienen.
  El comprador es importante: el que inventa algo lo fabrica esperando encontrar compradores. El que compite con otros fabricantes lo hace para encontrar compradores.
  Como se ve, el título de nuestro libro parece justificado: el comprador es importante en la Economía. Dejaremos para más adelante (libro segundo) su posible importancia en Política.

Criterio que utiliza el comprador para comprar

  Generalmente el comprador busca comprar un producto al precio más bajo posible. Este es un criterio muy digno de alabanza, porque permite cuidar el dinero. Es indudable que, cuanto más barato se compre, más cantidad de productos se puede adquirir, o bien se puede llegar a comprar todo lo necesario con el poco dinero que se tiene disponible. El comprar barato produce un gran placer, de modo que la búsqueda de los precios más bajos es un criterio apetecible.
  Las personas que se dedican a indicar a los consumidores los lugares donde se encuentran los precios más bajos son dignos de encomio.
  En los hogares en que hay una buena administración de los recursos, (léase economizar en los gastos), las cosas andan mejor que en aquéllas en que no hay control de los gastos.

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  Todos hemos sido educados para comprar lo más barato posible. Cualquiera que se comportara en otra forma sería mirado con sorpresa. Es más, se dudaría de que su forma de comprar sirviera para algo.
    Sin embargo, puede haber una razón para comprar algo más caro a pesar del precio: la calidad de lo que se compra. La calidad puede significar mayor duración, mayor lucimiento, mejor gusto, etc. Por ejemplo, convendría pagar un 50% más por un par de zapatos que van a durar el doble, convendría pagar un 10% más un traje si con él uno va a estar vestido más en consonancia con la fiesta a la que concurre, convendría pagar un 50% más un chocolate si uno lo disfruta como un manjar exquisito.
  Vemos que lo que nos han enseñado desde pequeños es razonablemente aceptable, y que tendría dos componentes: precio y calidad. Más exactamente, podríamos decir que lo que nos han enseñado y que nos proporciona placer es comprar en base a dos parámetros: precio y calidad. Mejor dicho: bajo precio y alta calidad. Si se consiguen ambas cosas, se logra el máximo de placer. Si sólo una de ellas, se ha hecho una buena compra. 
  Conviene, muchas veces, caminar unas cuadras y hasta ir a una población vecina para encontrar lo que a uno lo deja más satisfecho. Es más, podemos pedir el producto a otro país, y aún comprarlo sabiendo que entró de contrabando en nuestro país. Tal vez esto último esté fuera de la ley, pero...¿Y cuando compramos algo que sospechamos que es robado, pero es tan barato que no podemos resistir la tentación?
  Indudablemente, los dos parámetros nos parecen la combinación ideal. Inclusive estamos convencidos de que obligamos, mediante estos dos parámetros, a que los fabricantes se esmeren en fabricar productos cada vez más baratos y de mejor calidad, con lo cual estimulamos el crecimiento de la ciencia y de la tecnología. Son innumerables los ejemplos, a lo largo del tiempo, en que la necesidad de mejores y más baratos productos ha dado nacimiento
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a ideas que han revolucionado la industria y nos han brindado, a los compradores, mayores comodidades y placeres.
  La compra, atendiendo a bajo precio y alta calidad, parece ser el motor que nos lleva a la felicidad por medio de nuestro consumo de bienes.
  Sencillo y eficaz.
  A veces, por solidaridad, procedemos a comprar sin tener en cuenta nuestros dos parámetros, como cuando compramos para colaborar con una obra de beneficencia, para estimular al hijo de un amigo que fabrica algo o a un familiar que vende algún producto. Pero esto es sólo la excepción que confirma la regla.
  Parámetro
  Nos hemos referido a parámetros de compra sin haber dado una definición de la palabra parámetro.
  Parámetro es una cantidad que permite diferenciar dos cosas similares. Ejemplo: el parámetro de un círculo es su diámetro, que permite diferenciarlo de los demás círculos. En un rectángulo hay dos parámetros: largo y ancho, que permiten diferenciar a los rectángulos entre sí. En las compras nosotros utilizamos normalmente dos parámetros: precio y calidad, que permiten distinguir a los productos entre sí. En Política consideramos como parámetro más importante al índice de bananerismo, al cual definiremos en las próximas páginas.
 
  Célula económica
  Llamaremos así al municipio, que es el territorio más pequeño en el cual se desarrollan actividades económicas y que tiene un gobernante. Este gobernante puede unificar los criterios de todos los pobladores sin sufrir interferencias políticas importantes. Tiene autonomía. Para nosotros cada municipio es una célula económica, y lo consideramos virtualmente completo y relativamente independiente de los demás municipios, o sea de las demás células

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económicas. Esto significa que no le sería imprescindible, para su supervivencia económica, depender de cualquier otro municipio.

Comprar por precio y calidad

  ¿Es realmente conveniente comprar atendiendo sólo a precio y calidad?
  Para verificar que el elegir productos que compramos atendiendo sólo a precio y calidad es lo que más nos conviene, deberíamos aplicarlo a ejemplos de compras cotidianas. Lo que más nos viene a la mente es la compra para un comedor escolar: cuanto más barato compremos a más personas daremos de comer. Si debemos hacer beneficencia, nos conviene comprar más barato para satisfacer las necesidades de más personas. Si tenemos que comprar un libro y también comer, cuanto más barato comamos más posibilidad tendremos de comprar el libro. Los ejemplos son innumerables y no parece haber ejemplos que nos hagan dudar de la conveniencia, sin excepciones, de elegir el más bajo precio y la más alta calidad posible.
  Pero hay ejemplos que nos hacen dudar. He aquí uno:  
  Una mujer compra, en un comercio, el producto X fabricado en otro municipio, no donde ella vive. A este tipo de producto, fabricado en otro municipio, en otra provincia, en otro país, lo llamaremos exterior. Este producto X es, también, fabricado, en el municipio donde viven, por una fábrica en que trabaja el marido de la mujer que compra. El exterior es más barato que el local y la señora lo compra porque, según las hipótesis económicas y lo que ella aprendió desde pequeña, es lo que le conviene. Sin embargo, esto haría que la fábrica donde trabaja el marido perdiera una venta y produciría un pequeño daño en la fábrica (se fabricaría una unidad menos) que podría hacer peligrar el empleo del marido. Este daño sería pequeño, pero si los demás habitantes del municipio compraran en la misma forma, debería cerrar la fábrica por falta de ventas y dejaría al marido sin empleo, con lo cual ya no aportaría económicamente a su hogar, y la mujer perdería todo: al no tener ese sueldo no podría comprar lo local ni lo exterior. En consecuencia, en la hipótesis económica de adquisición de un

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producto por la señora debería ir incluida la posibilidad de perder el empleo que tiene el marido.
  Esto demostraría que, sin lugar a dudas, comprar productos no fabricados en el municipio puede llevar a la desocupación.
  Muestra también que tener en cuenta sólo precio y calidad no lleva, necesariamente, a una buena compra. Haría falta considerar si la fábrica es del municipio o no.
  El razonamiento anterior se refiere a un solo producto, pero puede ser extendido a todas las fábricas, considerándolas como una sola, que fabriquen todos los productos que se consumen en el municipio. En alguna fábrica trabajará el marido y, por lo tanto, lo hará en la “Gran fábrica del municipio”, considerando como tal al conjunto de todas las fábricas del municipio. Por lo tanto, si todos los habitantes del municipio compran todo importado, todas las fábricas cerrarán y quedarán desocupados todos los asalariados.
  Vamos a poner lo anterior en una forma que nos parece más contundente. Supongamos que, en un municipio, se fabriquen todos los productos necesarios para los habitantes de ese municipio. A estos productos los llamaremos A, B, C y D. En realidad pueden ser mil: bicicletas, empanadas, gomas de borrar, alambre de púa, camisetas, etc., pero pondremos sólo cuatro para fijar ideas. Las fábricas producen y los habitantes, que trabajan en ellas, consumen lo fabricado. En un momento determinado se traen del exterior los mismos productos A, B, C y D, pero a mitad de precio. Según nuestra lógica, nuestra intuición, lo que hemos aprendido desde niños, a esos habitantes les conviene comprar los productos exteriores. Y así lo hacen. Con el sueldo con el que antes compraban 100 productos, ahora compran 200. Si siguen con su tren de vida, en cada mes ahorran la mitad de sus sueldos. Negocio redondo. Sin embargo, las fábricas, al no tener ventas, cierran a los tres meses, y todos los habitantes quedan sin empleo y, por consiguiente, sin sueldos. En tres meses más gastan los ahorros que habían acumulado y quedan, luego, sin recursos. En seis meses los habitantes del municipio quiebran.
  Este último ejemplo muestra, sin lugar a dudas, que comprar productos exteriores produce desempleo y, más adelante, pobreza.

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  En general, la compra de productos exteriores es parcial y por eso es que no se produce una quiebra tan brutal, sino un desempleo limitado y una quiebra de sólo una parte de la población, formada por los excluidos.
  En consecuencia, el que compra debería atender a que, cuando compra, está cuidando su empleo y el de sus parientes y que, además, está sosteniendo la producción dentro de su municipio, que es lo que hace que éste prospere. Menuda responsabilidad para una simple compra.
.   Por supuesto, puede ser que una persona que compra no tenga parientes trabajando en alguna fábrica porque es empleado público o porque tiene una pequeña granjita en su casa, o porque vive de rentas, etc., etc. Pero el grueso de la población seguramente tendrá un empleo, en alguna industria, que depende de las ventas que hagan los patrones para que se les pueda pagar el sueldo y puedan adquirir lo que necesitan.
  Nuestros razonamientos nos llevarían a diálogos sorprendentes:
  ¿Por qué compra, señora, en este almacén, si le venden más caro que en otro comercio cercano? Porque en este almacén trabaja mi hijo y, si cierra, lo vamos a pasar mal.
  ¿Por qué compra, señora, esto, que se fabrica en el municipio, si un producto similar, foráneo, cuesta menos? Porque tengo a mi hijo trabajando en la fábrica que hace este producto en el municipio y, si la fábrica cierra, la vamos a pasar mal.
  Vemos que al trabajo lo genera el que compra, porque sus compras hacen funcionar a las fábricas. Si compra lo más barato, genera trabajo, pero vaya a saber dónde. Si compra lo fabricado en el municipio donde vive genera trabajo en su propio municipio, y si compra algo fabricado en el país X genera trabajo en el país X y desempleo en su propio municipio. Ergo, si quiere que haya empleo en Argentina, compre argentino, si quiere que haya empleo en Jujuy, compre jujeño, y si quiere que haya empleo en Bragado, compre bragadense.
  Por eso uno podría dejar de lado el placer de comprar lo más barato y sacrificar, en apariencia, parte de su placer y de su capacidad de compra comprando lo que se produce localmente en

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el municipio, con preferencia a lo exterior. Pero esto, no se asuste, querido lector, no implica que le estemos pidiendo a usted que lo haga. Implica que sólo le estamos informando de un mecanismo económico por el cual, tal vez, su municipio es pobre y arrastra en su pobreza a usted mismo, y que deseamos que, en vez de quejarse de que las autoridades del municipio no están gobernando bien, acepte que usted, comprando productos exteriores, colabora para que las cosas no sean como desea.
  Puede argüirse que, a veces, el dinero no alcanza para comprar más caro y que, si uno lo hace y los demás no, sólo logra perjudicarse uno mientras los demás disfrutan. No es tan así: uno se perjudica a cambio de algo y los demás habitantes del municipio no se apropian de lo que uno pierde, sino que se lo apropia la industria que, gracias a la compra del que compra los productos locales, sigue funcionando. Pero poniendo excusas no se logra evitar el gran dolor de que el municipio en que uno vive se empobrezca ni el que las autoridades no logren lo que no puede empezar a lograr uno mismo.
  Al comprar el producto local más caro uno estaría pagando un seguro para no quedar desempleado. La industria nacional o local, no es la más eficiente, y no baja los precios porque no puede. Aguanta lo que puede y después baja las cortinas, como se ha verificado durante los últimos años de la década de 1990 en Argentina. Nadie, pudiendo ganar dinero, va a cerrar su fábrica por capricho. Por supuesto, al bajar las cortinas, quedamos en la calle unos cuantos habitantes del lugar. Y no es que uno tendría que pagar más caros los productos para salvar a la industria local: tendría que pagarlos más caros para salvarse uno, no la industria.
  La tentación de compra sería muy grande, aún cuando uno supiera que la compra lo perjudica. El hecho de que el comprador proceda por instinto puede justificarse alegando que “la plata no alcanza y hay que comprar lo más barato”, pero también alcanza a gente con buenos ingresos, que compra automóviles importados y que va al supermercado para hacer diferencia y también al que compra productos contrabandeados. El comprar lo más barato produce gran placer y lo vuelve ciego al comprador.

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  El comprador argentino es, lamentablemente, a menudo, aliado de lo importado y de lo contrabandeado si es barato y es de calidad, y no es aliado de lo nacional y, menos, de lo local. Esta falta de alianza del comprador argentino con lo local podría ser la causa del empobrecimiento de todo el interior del país y la falta de alianza del comprador con lo nacional podría ser la causa del empobrecimiento general del país.

El compre local y el empleo

  La “compra local” como arma para no perder el empleo
  Si estudiamos la evolución del desempleo y de la pobreza a lo largo del siglo XX en Argentina, vemos que, a principio del siglo casi no había empleo en industrias; casi todos los trabajos estaban relacionados con las cosechas. Durante la década del 30 la desocupación y la pobreza en la Capital eran agobiantes. Recién alrededor de 1943, durante la segunda guerra mundial, se produjo, en Argentina, una disminución del desempleo y una disminución de la pobreza.
  La disminución del desempleo durante la segunda guerra mundial podría explicarse por la disminución de importaciones provenientes de los países en guerra. Significaría que, cuando no hay importaciones, disminuye el desempleo. Esto concuerda con lo que vimos anteriormente, porque al no haber productos exteriores no se los puede comprar, y es necesario “comprar local”.
  Y aparece como lógico razonando que lo que no viene fabricado lo tiene que fabricar uno y eso hace que se emplee gente. Sin embargo, el razonamiento lógico no parece suficiente, y por eso hemos recurrido al recurso histórico, que correlaciona bien las variables importación y desempleo. El razonamiento lógico en Economía no nos parece definitorio, porque en cada hecho económico hay muchas variables en juego y, consultados varios economistas sobre un mismo hecho, dan versiones generalmente encontradas.
  Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, entraban pocos productos importados (incluso llegaron a faltar neumáticos para los colectivos, los cuales transitaban sobre los rieles de los tranvías). Eso hizo que muchos productos se fabricaran aquí con capitales

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propios o de europeos que escapaban de la guerra. No eran capitales de casas matrices europeas. No podemos decir que los productos fabricados aquí en esa época fueran más baratos que los que se habían estado importando (textiles, por ejemplo) pero como toda la gente tenía trabajo, la carestía no se sentía y todo el mundo se sentía bien. Había mucho trabajo, en parte para abastecer a nuestro pueblo y en parte para exportar a los países en guerra. El recuerdo de esos días nos hace apreciar más el tener empleo que el comprar barato. Tener empleo hace sentirse digno. En los años 1940, 1941, 1942, había mucho desempleo. El que tenía trabajo vivía bien, pero mucha gente tenía trabajos temporarios (trabajaba un mes y estaba desocupado dos meses, por ejemplo).
  En consecuencia, podemos reforzar la hipótesis de que las importaciones aumentan el desempleo. Esto se confirma con los países que tienen poca industria, que exportan sólo materias primas y que importan todos los artículos de consumo, y que tienen, en general, altos índices de desempleo. He aquí una tabla (año 2003)
          Alemania                      9,8%
          Argelia                        27,3%
          Uruguay                      16,9%
          Filipinas                      10,1%
          Australia                       6,0%
  ¿Qué es lo que debería hacer el comprador para no generar desempleo y pobreza? Puesto que genera desempleo y pobreza al comprar productos exteriores, le convendría comprar sólo productos locales, o comprar los productos exteriores estrictamente necesarios que no se pueden fabricar en el municipio. Si en el municipio se fabrican tornillos, no debería comprar tornillos exteriores, aún cuando fueran más baratos y de mejor calidad. Y trasladando esto a cada municipio llegamos a la conclusión de que se debería “comprar local”, o sea lo que se fabrica en el municipio, por encima de lo que se fabrica en el país.
  Entiéndase bien: no estamos hablando de lo que le conviene al comprador, en el momento de la compra, sino de lo que le conviene a largo plazo, porque el comprar algo exterior aumenta el desempleo y, si la suerte no lo acompaña, uno de los desempleados

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puede ser el que está comprando. Aquí interviene la inteligencia del comprador, no su instinto.
  Con el “compre local” tal vez se podría haber capitalizado Argentina, es decir, desarrollar su industria, a principios del siglo XX, utilizando para las compras de productos locales las divisas obtenidas por los salarios que dejaban en el país las exportaciones de trigo y vacas. La falta de capitalización se debió, posiblemente, a la cantidad enorme de productos importados que se consumían a principios de siglo, incluyendo las importaciones de bienes suntuarios de los oligarcas. Dentro de este desgraciado panorama es de destacar que esas importaciones de bienes suntuarios eran más provechosas que el gasto de los ricos en Europa, porque la construcción de las mansiones daba trabajo a muchos trabajadores. Y este trabajo era pagado con salarios que se mantenían dentro del país, en lugar de pagar salarios a trabajadores europeos. Todo este dinero debería haber sido empleado por los trabajadores en comprar productos locales, industrializando al país, si es que se quería disminuir la desocupación.

  Problema:
  ¿Qué sucedería si, en un municipio, comprara productos locales sólo el 20% de sus habitantes? ¿Qué sucedería si los patrones de ese municipio sólo les dieran empleo a los que sólo compran productos locales?
  En el primer mes las fábricas locales trabajarán a plena marcha, pero como sólo venderán el 20% de la producción, moderarán su actividad en el segundo mes. Al tercer mes, como siguen vendiendo el 20%, se limitan a fabricar este porcentaje. Los asalariados serán despedidos en un 80%. Si es al azar, del 20% que queda trabajando sigue “comprando local” y el otro 16% sigue comprando exterior, de modo que la producción bajará al 4% y, luego de un año, todas las fábricas cerrarán y quedarán todos los habitantes del municipio desocupados.
  Si sólo logran empleo los que “compran local”, entonces, al despedir el 80%, los despedidos son los que compran productos exteriores. El 20% que “compra local” sigue trabajando y sigue

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“comprando local”, y la producción en el municipio se estaciona en el 20% y sigue así indefinidamente.
  Esto mostraría que a los patrones les conviene tener como empleados sólo a los que compran exclusivamente productos fabricados en el municipio y que, en caso de crisis, les conviene despedir a los que compran productos exteriores.

Posibles aspectos negativos del “compre local”

  Posibles aspectos negativos del “compre local”
  La sensación que un comprador puede tener, en principio, es que él solo no hace nada. Es cierto. Pero las acciones de muchos compradores, al sumarse, pueden producir grandes efectos.
  También puede decir, quien lee esto “¿Y quién convence a todos?” Pensamos que no hay que convencer. Lo único que hay que hacer es informarse y proceder en consecuencia, sin esperar que todos los demás compradores hagan lo que uno hace. Hay muchas determinaciones que uno toma sin esperar que otros lo acompañen en su decisión. Por ejemplo, teñirse el pelo o dejarse las patillas o comprar churros para comer al tomar mate, o dejar de beber alcohol porque hace mal al hígado. O barrer la vereda  de su casa. O pagar los impuestos o dejar de pagarlos.
  Se puede también alegar:”¿Y si la plata no alcanza?” La plata siempre alcanza, y ese alcance depende sólo de las ambiciones del comprador. Sólo no le alcanza la plata al que está desocupado. Es cierto que, si uno tiene entradas pequeñas, tiene que privarse de muchas cosas, pero no estará en la miseria, y puede adaptarse, como lo hemos visto en muchos casos, en ejemplos concretos, como jubilados, pensionados, mantenidos y ayudados por los hijos, víctimas de enfermedades parcialmente incapacitantes, empleados precarios, subempleados, etc.
  Que si nos ponemos a “comprar local” va a haber PYMES locales que van a tratar de obtener ventajas no cabe duda, pero creemos que en el total no tendrían importancia y no podrían hacer trapacerías por mucho tiempo. Nos basamos en la ley de los grandes números, utilizada en Estadística, que dice que en un número grande de sucesos el porcentaje de cada uno de los diferentes sucesos en estudio se mantiene constante. Esto, aplicado

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al comercio, nos lleva a la conclusión de que la mayoría de las operaciones comerciales son honestas. La mala distribución de la riqueza emana de que el comprar sólo atendiendo a precio y calidad no es coherente, y la causa de esa mala distribución no es la deshonestidad de las operaciones comerciales. Sin embargo, el “comprar local” se opone al instinto de comprar barato, y eso nos hace ser cautelosos en nuestras previsiones.
  Se podrían también originar represalias contra el “compre local” que partan de empresas perjudicadas: por ejemplo las grandes multinacionales. Una primera etapa de acciones de multinacionales contra el “compre local” podría ser fabricar en cualquier país sin hacer constar en el producto el lugar en que se fabricó, cosa que se hace actualmente, aunque con otros fines. Esto se contrarrestaría tomando como exterior todo producto que no indique su procedencia.

  Caso en el que no “comprar local” no produciría desempleo
  Si la señora que compra lo importado y no lo que fabrica el marido dijera: “no compro lo fabricado por mi marido, pero no lo perjudico, porque lo que él fabrica se exporta y no es necesario venderlo en nuestro municipio”, se ve que no “comprar local” podría no producir desempleo si se exporta tanto producto como lo que se compra importado. Pero si no se exporta lo suficiente, el “comprar local” produce desempleo. Según esto, los países industrializados, que exportan mucha cantidad de productos manufacturados, no debieran tener desempleo.