¿Es realmente conveniente comprar atendiendo sólo a precio y calidad?
Para verificar que el elegir productos que compramos atendiendo sólo a precio y calidad es lo que más nos conviene, deberíamos aplicarlo a ejemplos de compras cotidianas. Lo que más nos viene a la mente es la compra para un comedor escolar: cuanto más barato compremos a más personas daremos de comer. Si debemos hacer beneficencia, nos conviene comprar más barato para satisfacer las necesidades de más personas. Si tenemos que comprar un libro y también comer, cuanto más barato comamos más posibilidad tendremos de comprar el libro. Los ejemplos son innumerables y no parece haber ejemplos que nos hagan dudar de la conveniencia, sin excepciones, de elegir el más bajo precio y la más alta calidad posible.
Pero hay ejemplos que nos hacen dudar. He aquí uno:
Una mujer compra, en un comercio, el producto X fabricado en otro municipio, no donde ella vive. A este tipo de producto, fabricado en otro municipio, en otra provincia, en otro país, lo llamaremos exterior. Este producto X es, también, fabricado, en el municipio donde viven, por una fábrica en que trabaja el marido de la mujer que compra. El exterior es más barato que el local y la señora lo compra porque, según las hipótesis económicas y lo que ella aprendió desde pequeña, es lo que le conviene. Sin embargo, esto haría que la fábrica donde trabaja el marido perdiera una venta y produciría un pequeño daño en la fábrica (se fabricaría una unidad menos) que podría hacer peligrar el empleo del marido. Este daño sería pequeño, pero si los demás habitantes del municipio compraran en la misma forma, debería cerrar la fábrica por falta de ventas y dejaría al marido sin empleo, con lo cual ya no aportaría económicamente a su hogar, y la mujer perdería todo: al no tener ese sueldo no podría comprar lo local ni lo exterior. En consecuencia, en la hipótesis económica de adquisición de un
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producto por la señora debería ir incluida la posibilidad de perder el empleo que tiene el marido.
Esto demostraría que, sin lugar a dudas, comprar productos no fabricados en el municipio puede llevar a la desocupación.
Muestra también que tener en cuenta sólo precio y calidad no lleva, necesariamente, a una buena compra. Haría falta considerar si la fábrica es del municipio o no.
El razonamiento anterior se refiere a un solo producto, pero puede ser extendido a todas las fábricas, considerándolas como una sola, que fabriquen todos los productos que se consumen en el municipio. En alguna fábrica trabajará el marido y, por lo tanto, lo hará en la “Gran fábrica del municipio”, considerando como tal al conjunto de todas las fábricas del municipio. Por lo tanto, si todos los habitantes del municipio compran todo importado, todas las fábricas cerrarán y quedarán desocupados todos los asalariados.
Vamos a poner lo anterior en una forma que nos parece más contundente. Supongamos que, en un municipio, se fabriquen todos los productos necesarios para los habitantes de ese municipio. A estos productos los llamaremos A, B, C y D. En realidad pueden ser mil: bicicletas, empanadas, gomas de borrar, alambre de púa, camisetas, etc., pero pondremos sólo cuatro para fijar ideas. Las fábricas producen y los habitantes, que trabajan en ellas, consumen lo fabricado. En un momento determinado se traen del exterior los mismos productos A, B, C y D, pero a mitad de precio. Según nuestra lógica, nuestra intuición, lo que hemos aprendido desde niños, a esos habitantes les conviene comprar los productos exteriores. Y así lo hacen. Con el sueldo con el que antes compraban 100 productos, ahora compran 200. Si siguen con su tren de vida, en cada mes ahorran la mitad de sus sueldos. Negocio redondo. Sin embargo, las fábricas, al no tener ventas, cierran a los tres meses, y todos los habitantes quedan sin empleo y, por consiguiente, sin sueldos. En tres meses más gastan los ahorros que habían acumulado y quedan, luego, sin recursos. En seis meses los habitantes del municipio quiebran.
Este último ejemplo muestra, sin lugar a dudas, que comprar productos exteriores produce desempleo y, más adelante, pobreza.
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En general, la compra de productos exteriores es parcial y por eso es que no se produce una quiebra tan brutal, sino un desempleo limitado y una quiebra de sólo una parte de la población, formada por los excluidos.
En consecuencia, el que compra debería atender a que, cuando compra, está cuidando su empleo y el de sus parientes y que, además, está sosteniendo la producción dentro de su municipio, que es lo que hace que éste prospere. Menuda responsabilidad para una simple compra.
. Por supuesto, puede ser que una persona que compra no tenga parientes trabajando en alguna fábrica porque es empleado público o porque tiene una pequeña granjita en su casa, o porque vive de rentas, etc., etc. Pero el grueso de la población seguramente tendrá un empleo, en alguna industria, que depende de las ventas que hagan los patrones para que se les pueda pagar el sueldo y puedan adquirir lo que necesitan.
Nuestros razonamientos nos llevarían a diálogos sorprendentes:
¿Por qué compra, señora, en este almacén, si le venden más caro que en otro comercio cercano? Porque en este almacén trabaja mi hijo y, si cierra, lo vamos a pasar mal.
¿Por qué compra, señora, esto, que se fabrica en el municipio, si un producto similar, foráneo, cuesta menos? Porque tengo a mi hijo trabajando en la fábrica que hace este producto en el municipio y, si la fábrica cierra, la vamos a pasar mal.
Vemos que al trabajo lo genera el que compra, porque sus compras hacen funcionar a las fábricas. Si compra lo más barato, genera trabajo, pero vaya a saber dónde. Si compra lo fabricado en el municipio donde vive genera trabajo en su propio municipio, y si compra algo fabricado en el país X genera trabajo en el país X y desempleo en su propio municipio. Ergo, si quiere que haya empleo en Argentina, compre argentino, si quiere que haya empleo en Jujuy, compre jujeño, y si quiere que haya empleo en Bragado, compre bragadense.
Por eso uno podría dejar de lado el placer de comprar lo más barato y sacrificar, en apariencia, parte de su placer y de su capacidad de compra comprando lo que se produce localmente en
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el municipio, con preferencia a lo exterior. Pero esto, no se asuste, querido lector, no implica que le estemos pidiendo a usted que lo haga. Implica que sólo le estamos informando de un mecanismo económico por el cual, tal vez, su municipio es pobre y arrastra en su pobreza a usted mismo, y que deseamos que, en vez de quejarse de que las autoridades del municipio no están gobernando bien, acepte que usted, comprando productos exteriores, colabora para que las cosas no sean como desea.
Puede argüirse que, a veces, el dinero no alcanza para comprar más caro y que, si uno lo hace y los demás no, sólo logra perjudicarse uno mientras los demás disfrutan. No es tan así: uno se perjudica a cambio de algo y los demás habitantes del municipio no se apropian de lo que uno pierde, sino que se lo apropia la industria que, gracias a la compra del que compra los productos locales, sigue funcionando. Pero poniendo excusas no se logra evitar el gran dolor de que el municipio en que uno vive se empobrezca ni el que las autoridades no logren lo que no puede empezar a lograr uno mismo.
Al comprar el producto local más caro uno estaría pagando un seguro para no quedar desempleado. La industria nacional o local, no es la más eficiente, y no baja los precios porque no puede. Aguanta lo que puede y después baja las cortinas, como se ha verificado durante los últimos años de la década de 1990 en Argentina. Nadie, pudiendo ganar dinero, va a cerrar su fábrica por capricho. Por supuesto, al bajar las cortinas, quedamos en la calle unos cuantos habitantes del lugar. Y no es que uno tendría que pagar más caros los productos para salvar a la industria local: tendría que pagarlos más caros para salvarse uno, no la industria.
La tentación de compra sería muy grande, aún cuando uno supiera que la compra lo perjudica. El hecho de que el comprador proceda por instinto puede justificarse alegando que “la plata no alcanza y hay que comprar lo más barato”, pero también alcanza a gente con buenos ingresos, que compra automóviles importados y que va al supermercado para hacer diferencia y también al que compra productos contrabandeados. El comprar lo más barato produce gran placer y lo vuelve ciego al comprador.
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El comprador argentino es, lamentablemente, a menudo, aliado de lo importado y de lo contrabandeado si es barato y es de calidad, y no es aliado de lo nacional y, menos, de lo local. Esta falta de alianza del comprador argentino con lo local podría ser la causa del empobrecimiento de todo el interior del país y la falta de alianza del comprador con lo nacional podría ser la causa del empobrecimiento general del país.