domingo, 17 de febrero de 2013

Dos comportamientos

  Podemos, entonces, explicar el desempleo y la pobreza en Argentina, en casi todos sus municipios, durante el siglo XX, por medio de dos comportamientos:
1)      Los compradores compran productos manufacturados exteriores.
2)      Los compradores compran en comercios grandes, o los productos que compran fueron fabricados en empresas grandes.
  Puede ser que haya otras causas, pero estamos convencidos de que estas dos son las causas principales.

  Problema:
  ¿Cómo podría encontrarse una apreciación del índice de desempleo en base al ahorro de los patrones, suponiendo que los asalariados no ahorran?
  Nos remontamos al modelo de la estancia. Si el patrón ahorra el 12% de la producción total en un año y este 12% lo gasta en 3 meses, dejará sin trabajo a sus peones durante 3 meses. Los peones trabajarán normalmente 12 meses y quedarán sin empleo 3 meses, o sea que la desocupación será del 20% en promedio. La fórmula para calcular el desempleo será:

 % desempleo = tiempo en que se gasta lo ahorrado en 1 año . 100
                           1 año + tiempo.................................en 1 año                                

  Se ve que no importa lo que se ahorra, sino lo que se tarda en gastarlo.
  Si, en lugar de la estancia, se toma el conjunto de todas las fábricas del mundo, seguiría valiendo la misma fórmula, y el gasto de lo ahorrado en el año se reemplazaría por tiempo que se tarda en invertir lo que se ahorró en el año.

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  Este índice de desempleo no es el mismo que dan las estadísticas estatales. Este índice es el porcentaje de horas trabajadas por los asalariados en relación con el total de productos consumidos por los asalariados. Las estadísticas estatales dan unos índices de lo más fantasiosos como, por ejemplo, que alguien que trabajó una hora durante la última semana no es un desocupado y que, si se trasladaran esos índices a nuestra forma de medirlos se multiplicarían, por lo menos, por 2.
  Como, en Europa, el desempleo ronda el 11%, lo que se invierte en el año sería 8 veces mayor que lo que se ahorra por año, o sea que se tardan 45 días en invertir lo ahorrado en el año anterior.
  Por supuesto, los asalariados a nivel mundial no quedan todos desocupados al mismo tiempo: van rotando.

  Dejar de comprar a empresas grandes podría ser injusto
  El hecho de que un empresario que luchó toda su vida para tener una gran empresa sea dejado de lado por los compradores no parece ser una conducta justa por parte de los compradores. En general se caracterizó, este empresario, por ofrecer productos baratos y de alta calidad y de estar al tanto de las informaciones necesarias para saber cuáles eran los más rendidores pasos a seguir. También podría cercenarse la ambición de personas que esperan formar grandes comercios o grandes fábricas. Pero el problema es que la ambición no quita la necesidad de ahorro que tiene el gran empresario y que es gracias a ese ahorro que puede hacer reinversiones o puede comprar a las empresas competidoras que van quedando por el camino y también a las empresas que no compiten con él, pero que a él se le ocurre comprar. Inclusive, actualmente, ya no son personas físicas los patrones: son directorios que manejan grandes corporaciones y que ahorran y que, además, intentan manejar países enteros con el tremendo poder que tienen (en enero 2005 se calculaba que tenían el 80% del poder en Argentina).
  De modo que el considerar justo o injusto el no comprarles a las grandes empresas no da lugar a discusión, a menos que uno quiera vivir toda la vida con riesgo de quedar desempleado.

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  Hay cosas, también, que hay que tomar en cuenta en el análisis de lo que estamos viendo:
a)  Las empresas grandes juegan un partido y las pequeñas otro, aunque en la Economía Clásica se pretende que juegan el mismo juego. Los poderes de grandes y pequeñas empresas para torcer la sana competencia son muy dispares.
b)  Hay una fábrica grande en la comarca. Orgullo de la comarca. Sostén de la comarca: El dueño la vende a un extranjero, que la cierra para no tener competencia. ¿No hubiera sido mejor tener varias PYMES, que no hubieran sido vendidas así, en lugar de la fábrica grande?
  Además, las empresas grandes llevan a cosas poco favorables a los compradores. Por ejemplo:
  Los supermercados conquistan a los compradores y hacen desaparecer a los negocios pequeños cercanos y luego doblegan a las PYMES proveedoras, que no pueden defenderse vendiendo a los negocios pequeños que cerraron.
  Hacen propaganda por radio y televisión: “Compre en XXXX, que tiene los precios más bajos”. Y es cierto que puede hacer precio. Esta empresa grande desplazará a otras pequeñas, éstas cerrarán sus puertas, y se producirá la concentración económica, que produce desempleo.
  Hay supermercados que favorecen el esclavismo haciendo trabajar a sus empleados 16 horas diarias.
  Unas pocas fábricas grandes tienen el 80% del mercado a pesar de los esfuerzos que hacen las PYMES, que son numerosas, por conquistar a los compradores, los cuales favorecen, sin darse cuenta, a los grandes proveedores.
  Los formadores de precios son empresas grandes o grupos de ellas. Las empresas pequeñas no forman precios, a menos que formen agrupaciones fuertes de tipo mafioso. Las empresas pequeñas se conforman, en general, con un tanto por ciento fijo de ganancia sobre sus costos de producción. Prácticamente no especulan con la formación de precios.                             
  Si para poner un supermercado aportan dinero para obras para lucimiento del intendente y del Concejo Deliberante y luego el

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supermercado arruina a todos los negocios pequeños y aumenta la desocupación y arruina al municipio. Y nosotros le compramos al supermercado porque vende más barato. ¿Estamos comprando más barato, realmente?
  No hay, se ve, razones para privilegiar a los empresarios más grandes, ni aún considerando los esfuerzos que esos empresarios han hecho a lo largo de sus existencias.

  El dinero ahorrado en el banco, aunque éste lo invierta, es dinero ahorrado, porque el ahorrista quiere que se lo devuelvan como dinero y no como productos. Si el ahorrista aceptara productos, ya no sería dinero ahorrado y no se produciría desempleo. Al devolver el dinero al depositante, otra vez están los productos sin vender en las estanterías. En promedio siempre hay productos sin vender.

  Es mejor, para nuestros intereses económicos en general, el albañil o el chapista que viven al día, a pesar de que parezcan pecar de imprevisión, y no el rico que ahorra y que parece un modelo de previsión. Porque el ahorro genera desempleo.

  Es idea arraigada en la Economía Clásica  que si el patrón no ahorra no reinvierte y el obrero queda desempleado. O sea que hay que dejar que el patrón gane todo lo posible para que el obrero tenga trabajo. Choca frontalmente con nuestras convicciones.

  La actividad narcotraficante produciría mucha desocupación porque los narcos tienen mucho dinero ahorrado.

  En los “paraísos fiscales” hay ahorrados 5 billones (5 millones de millones) de dólares, lo cual muestra que quienes dicen que el dinero ahorrado se invierte enseguida pecan de optimismo exagerado.

  Los grandes capitalistas argentinos llevan sus capitales al exterior (ver, en “diccionario”, “efecto Luciano”). Cuando se

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trató de hacer crecer las empresas para obtener esos  capitales (ganancias de las empresas) se luchó hombro con hombro con los obreros y se obtuvieron esos capitales pensando, tal vez, en reinvertirlos para el bienestar de todos pero, llegado el momento, el invertir en el exterior resultó más tentador y, empobreciendo al país y generando desocupación, se enviaron esos capitales al exterior. Reconocemos que el que ganó dinero dentro de la ley tiene derecho a depositarlo donde le parezca más conveniente, pero pusimos este ejemplo para que se viera que el que progresa puede olvidarse del que lo ayudó. No es un acto de maldad, sino la muestra de una característica del proceder humano. Por eso ayudar a crecer a las grandes empresas podría ser peligroso para el comprador, sobre todo para el comprador pobre.

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