domingo, 17 de febrero de 2013

Compras por superyó

  Compras por superyó (*)
  Llamaremos así a las compras en las cuales se harían intervenir las reglas morales del comprador, o sea el superyó del comprador..
  Consiste en no comprar a quienes realizan acciones que el comprador considera reprobables. Por ejemplo, no se le debería comprar a quien se sabe que está vendiendo en forma ilegal, apañado por un político, y tampoco se debería comprar a quienes acosan sexualmente a las chicas que les piden trabajo.
  No son boicot. No comprarle a quien uno cree  innoble no es boicot: es defensa propia.
(*) Superyó
  Es la parte de nuestro aparato psíquico que contiene las reglas morales que gobiernan nuestra conducta. Es subconsciente y su contenido puede no coincidir con las reglas morales de la sociedad en que vivimos. 
  El superyó, parte de la psique a la que damos tanta importancia en nuestro manejo de las compras, es formado por nuestros mayores, con quienes estamos en contacto en nuestros primeros años de vida, principalmente por nuestras madres. Se ha subestimado, a lo largo de la Historia, el papel de las mujeres en la sociedad, siendo que ellas forman los superyoes de todos los habitantes del planeta, puesto que los primeros cuatro años de vida forman la mentalidad del ser humano, y esos cuatro años cada habitante los ha pasado casi todo el tiempo con su madre. Tal vez por eso es que no hay más corrupción que la que hay: todo ser humano corrupto se siente molesto cuando  “le destapan la olla”,
lo cual es debido al superyó, es decir, a las reglas morales inconscientes que le introyectó su madre. Si no tuviese dentro de él el superyó de que lo dotó su madre miraría extrañado a quienes señalan su corrupción, considerando natural su conducta corrupta.

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  Excusas por superyó
  Los que realizan acciones reprochables ponen excusas para justificar lo que hacen: con esas excusas buscan adecuar sus conductas a los contenidos de los superyoes que nos introyectaron
nuestras madres, tratando de lograr apoyo masivo para sus acciones.

“Picardías”

  Vamos a designar con el vocablo “picardía” a una acción reprobable que se trata de justificar con argumentos aceptables por nuestras normas morales, o sea por nuestros superyoes. Ejemplo: “puedo robar una herramienta a la fábrica donde trabajo porque necesito la herramienta más que la fábrica”.
  En la comedia musical “¡Oklahoma!” se dice, cerca del final: “No quebremos la ley, sólo doblémosla un poquito”. Esta es la esencia de lo que aquí llamamos “picardía”: salirse de la ley poniendo excusas que se pretenden aceptables, al menos parcialmente.
  Los padres acostumbran a hacer “picardías” a pesar de haber señalado a los niños que esas “picardías” no se hacen.
  Los compradores que dejaran de apoyar con sus compras a los países que hacen “picardías” se transformarían en custodios de un orden ético mejor para la humanidad.

  Compras por superyó para no ayudar
  Al comprar productos fabricados en un país se ayuda a ese país. Se le demuestra afecto. El no comprarle a una fábrica o a un país produce un daño a la fábrica o al país. Si uno considera que la
conducta de esa fábrica o de ese país no están de acuerdo con las normas de conducta interna de uno mismo, entonces puede uno no favorecer a esa fábrica o a ese país con la compra de un producto de esa fábrica o de ese país. No es un castigo. Es no ayudar. Inclusive puede uno sentirse disgustado con la conducta que tuvo un país hace 300 años. “Ya pasó mucho tiempo”, se puede decir.

                                             
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Pero también se puede decir: “esa conducta me disgusta, y no tengo
por qué apoyar el ejemplo de esa conducta con mi compra”. Por
supuesto, el comprar o no comprar son decisiones propias del comprador y no tienen por qué ser las mismas para dos compradores distintos: uno puede no comprar y otro puede comprar el doble. Hay ciertas conductas, como armarse para guerrear, o provocar guerras, que el comprador puede calificar como inadmisibles desde su punto de vista moral y puede así no comprar a un país que se dedica a la guerra o a presionar militarmente a otros, pero puede haber compradores que aplaudan esas actitudes guerreras y es lógico que compren a ese país. Y también es lógico que compren todo lo que puedan de lo fabricado en ese país, para apoyarlo. La decisión debería ser individual y el comprador debería estar convencido de que su compra lo compromete: si compra a un país lo apoya, lo ayuda; y si no le compra lo deja sin apoyo, lo perjudica. Indudablemente, quien compre seleccionando por medio de sus normas morales influirá, aunque sea poco, en la justicia a nivel municipal, nacional y mundial.
  Uno ayuda, tal vez sin querer, a los patrones explotadores porque éstos, pagando menos a sus trabajadores, logran costos más bajos y venden más barato y uno, por ese precio más bajo, les compra preferentemente. Y después uno se queja, paradójicamente, de que en el mundo hay explotación e injusticia. O sea que uno crea lo que repudia. ¿Y qué se debería hacer? Sugerimos que no habría que comprarle productos a los que explotan malamente a sus asalariados.
  Cuando el país X está en guerra con otro país, y consumimos un producto fabricado en el país X, estamos financiando al país X en su guerra, o sea que lo estamos ayudando a hacer la guerra.. Puede que estemos de acuerdo, o no, con que el país X haga la guerra. Lo que no podemos negar es que estamos interviniendo en esa guerra. Nuestros superyoes dirán si apoyamos al país X comprando sus productos, o si dejamos de ayudarlo no comprando sus productos.



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  Compras por superyó para no ser cómplice
  Un comprador que compra productos de un país X ayuda a ese
país y es responsable del accionar de ese país. Por eso debería
medir bien las consecuencias de sus compras, si es que quiere un

mundo más justo.
  El comprar a un país que hace canalladas expresa complicidad del comprador, aunque éste proteste su inocencia.
  Si le compramos a una empresa por “portarse bien” estamos en armonía con el superyó que nos introyectaron en nuestra niñez. No dejaría de ser una compensación por el mayor precio que paguemos. Sería una satisfacción moral para cada comprador.¿Por qué? Porque la moral que parece prevalecer en las negociaciones, sean diplomáticas o económicas difiere de la moral “diaria”. Ejemplo: en la moral diaria no se perdonaría nunca el engaño, pero en una negociación tal vez sí, como cuando se quiere colocar una columna con luz de mercurio en una cuadra y hay algunos vecinos que se oponen. Se recurre a artimañas como no cobrarle a alguno de los vecinos que se oponen para que den su consentimiento, o engañarlos tentándolos con planes de pago que luego no les concederán. A nivel internacional son innumerables los casos en que se ha empezado una guerra con una mentira que sirvió como justificación. Inclusive un ex presidente nuestro confesó que mintió en sus declaraciones preelectorales porque si no no lo votaba nadie. Estos engaños siempre tienen justificación entre políticos y aún entre historiadores y, ni qué hablar, entre simpatizantes de los que llevaron a cabo el engaño. Pero no son compatibles con la moral diaria. Por eso el comprador, al juzgar basándose en la moral diaria, puede obligar a ser más decentes a los empresarios y a los políticos: “si engaña no le compro”. Que no debe confundirse con “si engaña no lo voto”, porque votar se vota cada dos o cada cuatro años, y comprar se compra todos los días. Y esto sería potente, porque con
el comprador dejándose llevar por su superyó el mercado mundial se convertiría en miles de pequeños mercados en que los habitantes


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“compran moralmente” y porque, sabiendo que tal empresa se porta mal con sus obreros, por ejemplo, no dejándolos asociarse a un sindicato, como la mayoría de los compradores son asalariados, podrían solidarizarse y dejar de comprar, inclusive mundialmente, a
esa empresa y a todas sus subsidiarias y sucursales, si las tuviere.
  Hacer realidad la frase  “Que se vayan todos”, que se hizo popular
en Argentina a comienzos del siglo XXI, significaría averiguar qué
venden las empresas que sostienen a los políticos que tienen que irse y a esas empresas no comprarles más ningún producto.

  En una provincia argentina hay estaciones de servicio que llevan el apellido de un ex–gobernador que, según un taxista, robó mientras estuvo en funciones. El taxista despotrica contra él, pero carga nafta en esas estaciones de servicio. No debiera hacerlo, porque contradice a su superyó.

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