Aplicación de los conceptos anteriores al desarrollo de la Economía Argentina
Aduanas nacionales e interprovinciales
El pasaje de mercaderías entre municipios o entre provincias tiene una estructura similar al que se produce entre países y produce déficit y superávit de intercambio y lleva a la pobreza a algunas regiones, tanto en países en vías de desarrollo como en países desarrollados. La labor de un gobierno para evitar que los “compradores comunes” destruyan la economía del país es, tradicionalmente, cerrar las aduanas nacionales. Pero esto no protege a los municipios, tomados uno a uno, porque entre municipios no hay aduanas, y el municipio que fabrique más barato hará quebrar las fábricas del municipio que no fabrique tan barato como él, sin que el intendente del último municipio pueda hacer nada, con los recursos actuales, a menos que los compradores actúen comprando los productos locales (“compradores inteligentes”). Poner aduanas municipales parece absurdo, lentifica los intercambios, pero evitaría la pobreza de las regiones menos favorecidas, si sólo contaran éstas con “compradores comunes”. Se trata, muchas veces, de paliar la situación dando empleos públicos
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a los habitantes de esas regiones pobres para que haya cierta actividad comercial. Los sueldos de estos empleados son pagados con fondos del Tesoro Nacional. Pero si con estos sueldos los habitantes compran productos de otros municipios o provincias el empobrecimiento no se detiene: más bien se vuelve crónico. El hecho de que la Constitución Argentina prohíba las aduanas entre provincias y, ni hablar, entre municipios ha condenado a la pobreza, debido a la falta de “compradores inteligentes”, a muchas regiones de nuestro país.
Lo que más empobrece a Argentina es el Gran Buenos Aires. Esto, si se considera que, en todo el país los compradores seguirán siendo “comunes”, continuará como hasta ahora. Si los compradores del interior dejaran de ser “comunes” y pasaran a ser “inteligentes”, entonces podrían producirse sorpresas en las economías de todas las regiones del país. Lo que pasa con el Gran Buenos Aires ocurre, al parecer, con todas las grandes ciudades del mundo, y se debería a que las otras ciudades tienen habitantes que compran en forma ingenua y, sobre todo, a que no hay barreras arancelarias internas en los países. Si no hubiera barreras arancelarias entre países entonces habría, en todo el mundo, sólo una o dos ciudades que serían gigantescas y allí se concentrarían la mayoría de las fábricas del mundo. Esto, que parece cosa de locos, no lo es tanto si nos fijamos en algo que traspasa las fronteras con más facilidad que los productos: el dinero. ¿No están los capitales concentrados en una pequeña parte del mundo? ¿No llevan los capitalistas de los países pequeños su dinero a esos centros financieros para obtener más ganancias y más seguridad? ¿Qué respuesta daríamos a esto con nuestro “compre local”? Muy simple: armen las PYMES de cada municipio un pequeño banco cooperativo y préstense el dinero unos a otros, prescindiendo de los grandes centros financieros, que los desprecian y los ponen siempre fuera de los circuitos de crédito.
Las provincias están perjudicadas, si sólo tienen “compradores
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comunes”, lo mismo con importación libre que con proteccionismo, porque con importación libre las destruyen los productos importados y con proteccionismo las destruyen las industrias grandes del país.
Cuando hay importación libre a quien se destruye es a los fabricantes grandes locales: las provincias están perjudicadas siempre, haya proteccionismo o no.
Sistema de quebrachal
Siempre se criticó el sistema inhumano de los quebrachales en los cuales se pagaba a los obreros con bonos que sólo podían canjear por mercaderías suministradas por la misma compañía. Pero el país bananero aplica el mismo sistema: se paga a los asalariados con dinero que éstos emplean en comprar bienes importados del país que tiene las empresas en las que trabajan los asalariados (las importaciones pueden ser realizadas por los mismos oligarcas que generan las materias primas que se exportan).
También los municipios bananeros y las provincias bananeras utilizan un sistema similar al del quebrachal, lo cual lleva al feudalismo provincial.
Un país grande que pone fábricas en un país pequeño hace un papel parecido al del Estado Nacional al sostener a los empleados públicos de las provincias. Por supuesto: los asalariados podrían comprar productos de fábricas locales pero, en general, los productos importados les resultan más atractivos y eso es lo que compran. Esto hace que se forme un círculo cerrado en el que, fuera de algunos impuestos que cobra el Estado del país pequeño, todo el dinero queda en manos de financistas del país grande y éste actúa en la misma forma que actúa un obraje que paga en bonos sólo canjeables en los almacenes del obraje.
El mayor empobrecimiento actual de los países exportadores de petróleo (Nigeria, etc.) no se debería, según nuestro entender, a la corrupción de los funcionarios, que supuestamente robaron parte del dinero obtenido por las exportaciones de petróleo, sino a la importación de productos provenientes de los países compradores del petróleo, productos que son adquiridos por los “compradores
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comunes” del país petrolero, que reciben el dinero, para hacer sus compras, de los sueldos que les pagan las compañías petroleras y las asociadas en ese negocio. Las fábricas de esos países petroleros quiebran ante la competencia de los productos importados y el empobrecimiento se debería a que estos países petroleros aumentaron su porcentaje de bananerismo.
Bonos
La moneda local (bonos, etc.) puede ser utilizada para desarrollar la economía local con prescindencia de los centros de poder comercial.
Los bonos impedirían la importación, pero un bono nacional seguiría siendo el desastre para las provincias. Cada una debería tener su bono si quiere ser rica. Es más: cada municipio debería tener su bono propio.
Una forma en que un intendente podría proteger a las fábricas de su municipio de las compras de sus “compradores comunes” sería pagarles a sus empleados públicos con bonos canjeables por productos hechos por fábricas locales. Podría pagarles un porcentaje de sus sueldos en moneda nacional para que pudieran adquirir productos exteriores. Este porcentaje estaría dado por la diferencia entre lo que el municipio exporta y lo que importa.
Otra forma que tiene el intendente para introducir el uso de bonos es permitir que los empresarios paguen a sus asalariados con bonos canjeables sólo por productos locales y con el mismo porcentaje de moneda nacional que se sugirió para pagarle a los empleados públicos.
Si los comerciantes y los fabricantes pudieran pagar sus impuestos con ese tipo de bonos, entonces podrían aceptar los bonos al vender productos exteriores y con estos bonos pagar los impuestos. Ello implicaría pagar menos impuestos e importar productos exteriores, lo que perjudicaría a las empresas locales y al municipio. Pero esos comercios, al reponer sus existencias, deberían pagar con moneda nacional, que obtuvieron de las ventas hechas en esa moneda, cuya cantidad está limitada. O sea que la entrada de productos exteriores estaría limitada y no perjudicaría a la industria del municipio.
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Además, al comprar el municipio con bonos a empresas locales éstas recuperarían los bonos. Todo quedaría como que los productos exteriores se vendieron a sobreprecio (lo cual equivale a haber puesto impuesto aduanero en el municipio).
Con los patacones de Buenos Aires esto anduvo bien.
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