Alcances de las “compras por superyó”
Ideas acerca de “compras por superyó”
Los gobiernos de los países negocian con otros gobiernos que pecan de una hipocresía escandalosa. Los habitantes comunes no. Si estos habitantes ejercitaran las “compras por superyó” el destino de la Humanidad podría resultar muy beneficiado.
Con las “compras por superyó” la “picardía” del diplomático sería reemplazada por el superyó que nos formaron nuestras madres.
Criterios para aplicar “compras por superyó”
En el caso en que un comprador decidiera tomar una medida, por medio de sus compras, en relación con un país, ya sea que este país tenga una conducta internacional que coincide con el superyó del comprador, o que tenga una conducta internacional que está en contra del superyó del comprador, su dictamen se basaría en las mismas razones en que se basa el jurado de doce personas, según lo expresado por el famoso abogado Louis Nizer, autor del libro “Mi vida en los tribunales”: se basaría en la ley de probabilidades, aplicada a toda la información que “flota” en todos los medios de comunicación. Dentro de esta información el chisme es importante: permite empezar a hacer puntería.
Si hay países que presionan a nuestro gobierno, tratando de que gobierne favoreciendo a esos países y en contra de nosotros, los pobres, el “comprar por superyó”, con los superyoes que nos dieron nuestras madres, es nuestra defensa natural. Actualmente, como “compradores comunes”, nos detenemos en el enojo y, a veces, en la manifestación. Con las “compras por superyó” pegaríamos donde duele, pero sólo para que no presionaran y para que se atuvieran a pactos razonables.
Achacamos a nuestros industriales toda clase de malas maniobras,
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pero eso no beneficia a ellos ni a nosotros, que somos los compradores. Convendría que tratáramos de mostrar buena voluntad, no aplicarles “compras por superyó”, y no llegar a la coyuntura de tener que dejar de comprarles.
El proponer educar al comprador para que sea consciente de su poder y aplique medidas para no ayudar a quienes se portan con deshonestidad o sin ética es una apuesta, y nosotros la hacemos.
Hay países que tratan de impedir las negociaciones sobre las emisiones contaminantes. Esto es imposible de tratar por los gobiernos. Pero, para quien “compra por superyó”, sería fácil dejar de comprarle productos al contaminador. Y sería un modo de protegerse de la contaminación, porque comprándole menos al contaminador se produciría menos contaminación porque el contaminador fabricaría menor cantidad de productos.
Las “compras por superyó” no serían castigos
Las “compras por superyó” no serían castigos, no serían boicot, serían formas de estar en paz con el superyó que nos dieron nuestras madres, y la satisfacción de no tener que entrar en las “picardías” de los poderosos, en las que los débiles siempre salimos perdidosos.
No sería “no te compro” “para que sufras” o “para que aprendas”, sino que “no te compro porque no te acompaño”.
Hay quienes hablan de castigar a empresas. Por ejemplo, castigar a una empresa telefónica “no hablando por teléfono durante toda una semana”. Pero esto es sólo rezongar. No es lo que proponemos aquí.
Nos quejamos de que los países, los empresarios, tienen intereses y no afectos.¿Y por qué nosotros, seres comunes, no podemos tener intereses? Por eso el comprador no debiera hacer boicot, que es una cuestión afectiva que puede autoengañarlo y puede crearle odios innecesarios, sino hacer lo que conviene a sus propios intereses.
La corrupción implica un dejar de lado el superyó, debido a tentaciones y a amenazas. Ese superyó que nos introdujo nuestra madre, siendo nosotros pequeños. Y también es corrupción el que
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compremos productos de una empresa o de un país que se “portan mal”, según las reglas de nuestro superyó. O sea que “comprar por superyó” es dejar de ser corrupto (téngase en cuenta que el hecho de “portarse mal” varía según las personas que lo juzguen).
“Compras por superyó” y reglas morales comunes, reglas religiosas, reglas de jurisprudencia internacional, etc.
Ideas sobre “compras por superyó”
Al introducir la “compra por superyó” se ha agregado, técnicamente, a la calidad del producto, otra calidad: la humana.
La “compra por superyó” sería un buen complemento de la “Declaración universal de los derechos humanos”.
Hemos ido a unas cuantas manifestaciones, de tipo político, gremial, etc. Podemos dividirlas en dos clases: unas en que los manifestantes eran entusiastas y vociferantes y otras en que los manifestantes eran callados y firmes en sus convicciones. Las primeras nunca nos parecieron efectivas. Las otras sí. Nos daban, las últimas, la impresión de la fuerza que nace de decisiones bien tomadas. Las primeras eran parecidas a hordas de adolescentes, las otras eran caras largas de hombres y mujeres maduros. La posibilidad de que hubiera “compras por superyó” se basaría en que la transformación la lleven a cabo manifestantes del segundo tipo.
En un libro llamado “Manual del perfecto idiota latinoamericano” se asegura que los problemas económicos de nuestra Latinoamérica nacen de no someternos a la acción imperialista de EEUU. No debiéramos someternos, porque en EEUU hay mucha gente pobre (unos 50 millones de personas) y eso muestra que el método que utilizan, en cuanto a distribuir bien la riqueza, no sirve ni para ellos mismos (en progreso científico y militar sí que sirve). Nuestro superyó no ve aceptable la proposición de ese libro.
El participar en Política por medio de las compras, dándonos el gusto de hacer uso del superyó de nuestras madres y de no hacer uso de las “picardías” de los políticos, disminuiría nuestras ansiedades, gastaríamos menos en tranquilizantes y viviríamos más dignamente.
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No es bueno vivir envenenado, sin reconciliarse, pero si uno no se ha reconciliado con la historia de un país, cuyas acciones le parecen dignas de reprobación, sin atenuantes, puede aplicar las “compras por superyó” y comprar pocos productos de ese país y sentirse mejor.
Si se quisiera cuidar lo ecológico se les debería comprar productos a las fábricas que cuidan lo ecológico y comprarles lo menos posible a las que no lo cuidan.
“Compras por superyó” en las injusticias
Por medio de las “compras por superyó” se podría intentar elegir el tipo de ética del mundo: o la de Maquiavelo (si puedo te hago lo que quiero) o la del superyó de nuestras madres, con todas sus reglas morales. Hasta los “pícaros” tienen este superyó, y eso ayudaría a que no se hicieran demasiadas “picardías”.
Ya citamos la frase “La única libertad que tiene el pueblo es la de morirse de hambre”. Volvemos a citarla para agregar que el pueblo también tiene la libertad de intentar ejercer justicia por medio de sus compras, absteniéndose de comprar a la empresa o al país cuyo comportamiento no esté dentro de los límites que le dicta su superyó.
El hacer conocer al comprador su poder económico podría llevarlo a apuntar a un país equivocado. Tal como si, el que conoce algunos remedios, se autorecetara el que no le conviene. Pero, en promedio, es muy probable que las decisiones que tomaran colectivamente los compradores, en sus “compras por superyó”, fueran, en su mayoría, acertadas.
A medida que pasa el tiempo la verdad sobre los hechos históricos prevaleció siempre sobre la mentira que ocultaba su verdadero transcurrir. Esto permitiría al que “compra por superyó” proceder con justicia porque, para el comprador, por más que pasara el tiempo, no habría “prescripción de causa”.
Alguien escribió alguna vez, creemos que con buen criterio, que lo que importa no es que las penas por los delitos sean contundentes, sino que ningún delito quede sin ser castigado. Es decir, que conviene que nadie quede impune. Esto sería lo ideal
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para lograr justicia. Y a eso tendería, aparentemente, la acción del comprador en sus “compras por superyó”, que dejarían sin apoyo económico a quienes cometen delitos que van contra el superyó de los compradores. No necesitan largos juicios y se aplicarían enseguida y ninguno quedaría impune (excepto, por supuesto, los delitos que no se detectaran).
Lo que sucede en la película “La nave de los locos”, en que los indígenas ganan un juicio a una compañía que les quiere quitar tierras, no es cierto. En la realidad las compañías grandes desalojan tranquilamente a los indígenas por medio de la ley, los jueces y lo que se quiera. Aparece en los diarios la noticia: “La compañía tal desaloja judicialmente a los indígenas”. Esto nos duele y nos parece una injusticia. El que hubiera muchos que “compran por superyó” podría transformar la noticia anterior en esta otra: “La compañía tal desaloja a los indígenas y pierde dos millones de clientes”. ¿No sería diferente la cosa?
Hay comerciantes que proceden transgrediendo la ley y por eso venden más barato. Por ejemplo: por arreglo con un político corrupto el comerciante vende en un lugar en que está prohibido vender, por otro arreglo entra productos de contrabando, por conocimientos adecuados evade pagar impuestos, etc. Y por vender más barato es a él a quien el pobre le compra, y no al comerciante honesto, que no puede vender tan barato porque cumple con todas sus obligaciones. Ergo, el pobre ayuda, a veces, con sus compras, a producir la injusticia que es, por otra parte, lo que las quejas del pobre repiten más a menudo.
Si una corte de justicia alarga innecesariamente un pleito por conflicto entre una compañía grande y una persona pobre, el conjunto de “compradores por superyó” no debería comprarle nada a la compañía grande hasta tanto se terminara el pleito. Sería una forma de ayudar, los pobres, a los débiles, en forma contundente.
Si se sospecha que los ilícitos y transgresiones de las grandes empresas se arreglan entre ellas y con la justicia, entre los más grandes, perjudicando, al fin, a los pobres,¿por qué éstos no van a proceder “comprando por superyó”, contraatacando y, es más, tomando la iniciativa?
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“Compras por superyó” y buena conducta
Si compráramos a una empresa o a un país por “portarse bien” estaríamos en armonía con el superyó que nos formaron en nuestra niñez. No dejaría de ser una compensación por el mayor precio que debiéramos pagar. Y como este superyó sería más sano que el conjunto de normas que se ponen en juego en negociaciones diplomáticas, acuerdos financieros, etc., nos permitiría, con las “compras por superyó”, presionar para que esas negociaciones fueran transparentes y no afectaran nuestros intereses. Y sería una gran satisfacción ser justo, aunque se pagara un poco más.
Vender debe tenerse como un privilegio. Si un municipio, provincia, o país se saliera de las pautas del superyó del comprador (“se portara mal”), el comprador podría sacarle ese privilegio.
Si algunas empresas grandes ahogan a los gobiernos, y los hacen gobernar en contra de sus pueblos, éstos, en su rol de compradores, podrían defenderse no comprándole a esas empresas grandes.. Esto es político y corresponde al comprador (“la empresa se portó mal, según mi superyó”). El no comprarle a la empresa grande porque ésta ahorra y produce desempleo, corresponde al “comprador inteligente”. El no comprar a empresas grandes tendría, se ve, doble justificación.
Los prepotentes tratan de usar su prepotencia para ganar poder, pero si ese poder tiene su basamento en la obtención de fondos por la venta de algún producto, las “compras por superyó” de quienes detestan la prepotencia, al no comprar ese producto, quitarían la fuente de financiamiento y desinflarían la prepotencia, para el bien de todos.
Los senadores a quienes calificamos en los años 2001-2002 de corruptos no se vieron a sí mismos así, porque nos traicionaron a nosotros, los pobres, pero no se traicionaron entre ellos. En general, están en un estrato social de ricos a los que nosotros enriquecemos con nuestras compras. Tendríamos que plantear la hipótesis de pensar si no somos nosotros los corruptos, que los ayudamos a ellos a ser corruptos, al comprar los productos que fabrican los medios
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asociados a esos senadores. Necesitaríamos ser compradores tales que no pasáramos por encima de nuestros superyoes.
Con las “compras por superyó” las acciones violentas podrían tender a quedar obsoletas. No hay acción, por apocalíptica que fuera, comparable a la pérdida de una parte importante de los compradores de productos fabricados en cualquier país amigo de la violencia.
26000 personas mueren o son heridas por año por acciones de guerra. Una razón más para la “compra por superyó” contra la guerra.
Una predicadora ambulante, a la que atendemos en la puerta, nos dice que el fin de su prédica es, entre otras cosas, erradicar las guerras. Le decimos que para erradicar las guerras hay que dejar de comprar productos fabricados por países que se dedican a la guerra. Nos dice: “Y... a veces se necesitan los productos de esos países”. ¿En qué quedamos? Tendría, esta señora, que tener convicciones más independientes de sus necesidades.
“Complejo de Cenicienta” y “compras por superyó”
Las conquistas militares de toda la Historia , que a los ojos del superyó materno que tenemos debieran ser execrables, se recuerdan como hazañas históricas, tal vez por el que llamamos “complejo de Cenicienta”, en que se valoriza fanáticamente a los poderosos. Las “compras por superyó” se oponen, no cabe duda, a semejante valorización.
“Compras por superyó” y centros de poder
A la mayoría de los habitantes de nuestro país no les gusta dedicarse a la política, pero quisieran tener un peso político sin ser políticos profesionales. Algo de ese peso lo tienen al hacer manifestaciones, pero mucho, muchísimo más lo tendrían por las “compras por superyó”. Tal vez el no querer dedicarse a la política provenga de que, en general, la gente no usa el proceso secundario, pero en las compras no necesita el proceso secundario: sólo necesita el primario y eso haría que todo el mundo pudiera participar en política por medio de las compras.
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Aún cuando la compra , siguiendo los dictados del superyó, podría beneficiar a quien la practica, sobre todo moralmente, no le gustaría a los dirigentes nacionales ni mundiales, porque trasladaría el centro de poder, que tienen ellos, a un lugar más cercano a los compradores. Esos dirigentes, que son los componentes del establishment, perderían privilegios, y eso difícilmente les gustaría. Las “compras por superyó” serían una verdadera aventura. Serían una nueva vida para los oscuros componentes de los pueblos.
Tal vez la mayor lucha es entre los que quieren imponer precios y quienes tienen que soportarlos. Algunos gobiernos argentinos favorecieron a quienes quisieron imponer precios. Se ve que el gobierno está siempre limitado por aquellas fuerzas que deberían ayudarlo a que se cumpla lo que deciden hacer los representantes del pueblo, fuerzas que no siempre están dispuestas a cumplir con su deber, debido a que tienen intereses comprometidos. Tal vez las “compras por superyó” permitirían dar al pueblo la fuerza necesaria para que se cumpliera con lo que se decidiera colectivamente.
La responsabilidad del comprador en cuanto a hacer valer su superyó con sus compras sería grande y de ello dependería el futuro de todos sus descendientes.
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