domingo, 17 de febrero de 2013

  Fórmulas para decidir compras
  Podrían idearse fórmulas lineales para determinar qué productos conviene comprar. No servirían para los que realizan las compras cotidianas, pero podrían ser utilizadas por quienes hacen licitaciones. En ellas se tomaría en cuenta cada uno de los seis parámetros del “comprador integral”, eligiendo coeficientes para darle a cada parámetro un peso que hiciera coincidir el resultado con la decisión que uno hubiera tomado intuitivamente. Una fórmula podría ser la siguiente:

 

  Precio decisorio =  precio nominal * (1 + C1 + C2 + C3 + C4 + C5)                                                                                                                                   

donde                   
          precio decisorio: el que da menor precio decisorio gana la licitación.
          precio nominal: el que va a cobrar realmente en dinero el oferente.
          C1: corrección por calidad (valdría 0 para calidad óptima e iría aumentando a medida que disminuye la calidad)
          C2: corrección por cercanía del productor (valdría 0 si el productor fabrica en el municipio y llegaría a valer 0,20 para proveedores muy lejanos, que es el criterio de EEUU)
           C3: corrección por grandor del productor (valdría 0 para un productor de dimensión mínima permitida y crecería con el tamaño del productor)



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           C4: corrección por pobreza del país oferente (valdría 0 para un país muy pobre y crecería con la riqueza del país oferente)
            C5: corrección por conducta del país oferente (valdría 0 para un país irreprochable y crecería con las “picardías” y canalladas del país oferente)


  Vamos a estimar lo que le cuesta a un comprador argentino un producto extranjero que tiene, como precio, 1 peso.
  El que el consumir productos extranjeros haya generado un 18% de desempleo y un 40% de subempleo debe introducirse en el cálculo, lo mismo que el perjuicio que causa a cada habitante la remesa de utilidades del vendedor a su país de origen.
  Lo que la clase obrera pierde en conjunto debido al desempleo es un 18% y por el subempleo es un (40 / 2)%= 20%. Está pagando un peso por un producto. Podría comprar, toda la clase obrera, 100 productos a ese precio, pero como sus ingresos están disminuidos en un 18% + 20% = 38%, sólo puede comprar 100 – 38 = 62 productos. De ahí que un producto importado cuesta, en realidad, 1$ . 100 / 62 = 1,61$. Este peso lo recibe cada trabajador debido a los parientes desocupados o desempleados a los que debe ayudar.
  En consecuencia, si un producto importado cuesta 1$ y uno nacional cuesta menos que 1,61$ conviene comprar el producto nacional. En algunas provincias el desempleo y el subempleo son mucho mayores que la media, de modo que si el producto “local” valiera menos que 2$ convendría igualmente comprarlo.

  Alegato final
  No hay contradicciones entre diversas propuestas de este libro:
a)      “Homeostasis” no se contradice con “compras de superyó”,
porque los prepotentes que se portan mal son los países más ricos y las empresas más grandes.
b)      “Homeostasis” y “compra al más pequeño” no se contradicen: dicen lo mismo, aunque a escalas distintas.
  Podría haber contradicción, cosa que no podemos asegurar sin experimentación, entre ser “comprador inteligente”, que bajaría el

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desempleo, y cantidad de bienes fabricados, que podría bajar al aumentar los “compradores inteligentes”, porque podría quitar ganas de fabricar por parte de los empresarios, al ver éstos cómo se limitan sus posibilidades. Y entonces, con los “compradores inteligentes”, tendríamos más empleo, pero fabricaríamos menos y seríamos más pobres.
  La implementación de las ideas de este libro son similares a las de un régimen para adelgazar: conviene el 90-10 (seguimos el régimen estrictamente en un 90% y hacemos lo que nos da la gana en un 10%). Evita el privarse enteramente y para siempre de cosas que uno desea, pero permite graduar inteligentemente lo que se hace. Este libro plantea una posible solución, a cargo del comprador. ¿Parece poco viable? No importa: está aquí. Ante la impotencia, tal vez sirva como alternativa de ensayo.
  En el libro “el varón domado”, de Esther Vilar, se muestra que dominio de las compras está en manos de las mujeres en su casi totalidad. De modo que el “comprador integral” sería, más bien, la “compradora integral”.
  Manejo de intendencia: “Ustedes “compren local” y “al más pequeño” y de lo demás me encargo yo”.
  Justicia universal: “Ustedes compren como “compradores integrales” y de lo demás me encargo yo”.

Conceptos aleatorios

  No es locura pedir que los compradores seamos “integrales”; sería locura pedirnos que dejáramos de comprar. En forma similar, para prevenirnos del SIDA, nos piden que utilicemos
métodos como el preservativo, pero no que dejemos de tener relaciones sexuales. Prevención, solamente.
  El ser “comprador inteligente” y “comprador integral” sería un buen entrenamiento para que la gente no se descuide. Es como el estar atento ante la posibilidad de guerra, de inundaciones, de incendios, de robos, etc. Nunca se baja la guardia. Votando cada dos años sí se baja la guardia. Se delega el poder mucho tiempo.
  El liberalismo económico es, para los “compradores comunes”, la pobreza, para los “compradores inteligentes” un buen pasar y

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para los “compradores integrales” la plenitud.
  El “no te metás” desaparecería si los compradores se transformaran en “compradores integrales”, porque el riesgo es casi nulo y permitiría expresarse a muchas más personas.
  Lo que podemos decir, al final del libro, es que no queremos presionar para que se ponga en práctica lo que se esboza aquí ( si se pone en práctica corre la responsabilidad de los resultados por cuenta de los lectores), pero sí que cada lector sepa por qué se producen ciertos fenómenos económicos como el desempleo, la pobreza, que nos parecen poco aclarados por los economistas profesionales y por los políticos profesionales.
  El lloriquear porque los gastos bélicos no se destinan a paliar las penas que sufren los que menos tienen nos parece totalmente ineficaz, y nos parece mucho más utópica la pretensión de que los gastos militares se destinen a paliar el hambre en el mundo que la pretensión de educar al comprador para que  se transforme en “comprador integral”.
  Se dice: “al gobierno le conviene un  pueblo ignorante y que es más fácil de manejar”. Creemos que, si la gente del pueblo supiera comprar como “comprador integral”, ya sabría mucho de lo que necesita saber, y que el dicho citado sería así: “Al gobierno bananero le conviene un pueblo bananero, y a un gobierno antibananero le conviene un pueblo antibananero, aparte de los conocimientos generales que tenga”. Lo que le conviene a un caudillo es un pueblo de desocupados, a los cuales tirarles algo antes de cada elección.

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