Más expresiones relativas a “compras por superyó”
Pensamientos sobre compras y conductas
Sería notable que, en adelante, no pudiera seducir al comprador el proveedor que se portara mal. Hoy en día nadie piensa en no comprarle a un país aunque haga canalladas a lo bestia. Sólo parece importante que venda barato. ¿Llegará el día en que, para vender, un país deba presentar certificado de buena conducta?
Hay una contradicción entre lo que uno considera malo en la Humanidad y lo que compra: le compra a seres o países execrables, simplemente porque le venden productos más baratos. Y no reconoce que así apoya lo malo que, con el intelecto, ataca, y esto trae una situación desdichada para casi todos nosotros, especialmente para los pobres.
El que hubiera compradores que no apoyaran la guerra se nos aparece como un acto de defensa propia, ya que los compradores son, en su gran mayoría, civiles, que son los que más mueren en las
guerras actuales. Dicho en otra forma, quienes más mueren en las
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guerras son los “compradores comunes”, de modo que no comprar para no apoyar la guerra es un acto hecho en defensa propia, con todas las letras.
En la película “Sorgo rojo” se describe una situación en que se despelleja vivo a un prisionero, es más, se obliga a un compañero a despellejarlo. Es tan cruel el episodio, y resulta tan verosímil que en todas las guerras ocurran sucesos semejantes, que la idea de que los que no soportamos tales inhumanidades dejemos de comprarles a quienes hacen la guerra para no apoyarlos se nos aparece como lo más lógico que se puede ensayar para evitar la repetición de esas cosas, al menos como primera aproximación.
Así como el héroe mitológico Anteo tomaba su fuerza de la Tierra , sin parecer que lo hacía, varios países grandes toman su fuerza de sus exportaciones y dependen, en parte, de ellas, de modo que un proceso punitorio, por parte de los compradores, puede serle muy debilitante a cualquiera de esos países.
El hecho de que un comprador no compre productos de un país porque le parece mal que ese país esté realizando actividades que al comprador le parecen condenables, despreciando los tratados internacionales, llevaría unido al daño que se les hace al no comprarles, el decirles: “lo que ganan por un lado lo pierden por el otro”. Y si muchos compradores dejaran de comprar productos de ese país, no cabe duda de que los habitantes de ese país perderían más que lo que ganan.
Así como no deberían comprarse productos a los que hacen guerra, deberían comprarse productos a los países que dan enseñanza gratuita y salud pública gratuita.
Acciones de “compras por superyó”
En el libro “La nostalgia ya no es lo que era”, de Simone Signoret, se narra cómo la madre de la autora se niega a comprar un cepillo de dientes japonés porque ayudaría, con su compra, a la alianza militar entre Alemania, Italia y Japón. Ese proceder coincide con la idea que exponemos en este libro, y que llamamos “compra por superyó”, pero puesta en práctica 65 años atrás.
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El comprador podría intervenir en la justicia internacional comprando productos de países cuyo comportamiento internacional le pareciera aceptable y dejando de comprar productos de países de conducta inaceptable para el comprador. Esto podría remontarse al pasado y, así, un comprador podría dejar de comprar productos a un país que, hace un siglo o más, produjo un genocidio. Sería un gusto del comprador, ¿y quién se lo podría impedir? ¿Que esto podría servir de escarmiento a grupos humanos que realicen acciones reprobables? No debería ser esto lo que buscara el comprador. Este sólo debería “no apoyar” o “no ayudar” a esos grupos. El castigo es otra cosa. Una cosa es sentirse a gusto con la propia conciencia y otra cosa es castigar.
Si los compradores intervinieran con sus compras, la labor de las Naciones Unidas se vería muy simplificada. Habría una votación universal de los compradores, según la cual y de acuerdo con su forma particular de ver las cosas, cada comprador votaría a favor o en contra de una nación u otra. Votar en contra de una nación significaría no comprar productos fabricados en esa nación (o comprar el mínimo posible) y comprar los productos equivalentes fabricados en otra nación cuya conducta internacional esté más en consonancia con lo que cada comprador considera justo. Sin hacer esa votación por medio de las compras el comprador sería impotente, pero al hacerla y saber que realmente influye, aunque sea poco, seguramente le haría sentir la satisfacción de participar.
En el mundo hay 6000 millones de personas. Hay empresas que pueden tener 2000 millones de clientes. ¿Cómo no va a influir en una nación la pérdida de 2000 millones de clientes de alguna de sus empresas? Además, no es de una sola empresa: es de todas las empresas de ese país.
Para lograr la paz podría no comprársele nada a los países en guerra, sobre todo al país agresor. Lo de agresor lo decidiría el comprador, y podría diferir de lo que propagaran los medios de comunicación.
Las compras hechas por compradores, basadas en el superyó materno, podrían tener poder disuasivo, y quienes pueden ser
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alcanzados por este poder disuasivo podrían ser prudentes antes de adoptar acciones transgresoras.
La estrategia para hacerse oír sería tocar a los poderosos donde les duele. Y el ciudadano común tiene un arma poderosa: la “compra por superyó”, que puede afectar los intereses de los funcionarios corruptos o de empresas relacionadas con ellos. Incluso de provincias a las que pertenecen. O municipios.
Un país poderoso procede frecuentemente con hipocresía para lograr sus propósitos y los países más débiles proceden con hipocresía para no desatar problemas más graves. Pero el comprador, que generalmente es la víctima de las consecuencias de esas hipocresías, no necesita hipocresía y puede ir directamente al grano, procediendo a comprar o no comprar de acuerdo con su forma de ver la conducta de cada país.
A veces un empresario grande no paga impuestos porque recurre a importantes abogados y mueve influencias para estirar los plazos, amenaza con despedir obreros o con irse del país y, al final, no paga. Aquí intervendría el comprador: en lugar de comprarle productos al empresario que no paga impuestos y que le ofrece productos más baratos porque no paga impuestos, pero que no permite mantener las escuelas ni la seguridad pública porque no paga impuestos, el comprador compraría a otro empresario (que sí paga impuestos) productos algo más caros y tendría los servicios públicos que merece.
Dentro de nuestro punto de vista, la sanción a Alemania por haber atacado a Polonia y desatado la guerra podría haber sido no comprarle productos manufacturados por el término de 50 años (como era el periodo fijado para la ocupación militar). Nadie propuso semejante tipo de sanción, que hubiera sido realmente ejemplar y hubiera estado a cargo de todos los habitantes del mundo que se hubieran sentido lastimados por la guerra y no sólo por los dirigentes de los países vencedores, que hizo que la justicia quedara entre los grandes y no fuera ejercida por los pequeños, que fueron los más afectados y eran los que más debieran haber sentido el alivio de hacer justicia.
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