domingo, 17 de febrero de 2013

Países bananeros

  Países bananeros
  Llamaremos país bananero al que exporta, principalmente, productos primarios y consume, preferentemente, productos manufacturados importados.
  Podemos intentar definir el grado en que un país es bananero. Es 100% bananero el país que exporta sólo materias primas y ningún producto elaborado y que todos los productos elaborados que consume son importados. Ejemplos claros de estos países son los de América Central. Fue debido a ellos que se originó el calificativo de bananero. Argentina, durante el decenio 1990-2000 aumentó mucho su bananerismo, sobre todo por la facilidad de comprar productos importados caros, como computadoras,

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videocaseteras, etc. Se consumieron, también, productos importados que no parecen serlo, como viajes turísticos al exterior.
  Podemos tratar de crear una fórmula para medir el bananerismo:

                    Bananerismo % = 100 * monto de productos importados / monto de productos consumidos

  Si un país consume todo importado y nada nacional, entonces el monto de los productos consumidos iguala al de productos importados y la fórmula anterior da un bananerismo 100.
  Esta fórmula brinda una primera aproximación, pero sería necesaria una mejor fórmula para calcular el índice de bananerismo, porque un país que consume mucho producto importado pero exporta tanto o más de producto propio no es bananero y según la fórmula anterior, sí lo sería.
  La siguiente fórmula podría ser más adecuada, y constituiría una segunda aproximación:

  Bananerismo % = 100 * (monto de productos importados – monto de productos exportados) / monto de productos consumidos

  Así, si el monto de productos consumidos iguala al de productos importados, pero es también igual al de productos exportados, esta segunda fórmula da 0, que es correcto, mientras que la primera seguiría dando 100, que no lo es. La segunda sería, entonces, más ajustada a nuestro sentido común.
  Un resultado negativo indicaría una envidiable industrialización.
  Faltaría precisar bien cual es el significado de “producto consumido”. Consideraremos como tales a los productos que se adquieren por medio de dinero o por trueque, pero no a los que se fabrican para uno mismo. A los giros de ganancias de empresas extranjeras al exterior los consideraremos como productos importados. 
  El paralelo entre los habitantes de las naciones bananeras y los asalariados de los obrajes es dramáticamente el mismo: compran lo

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que les da la metrópoli (el obraje) y se endeudan  cada vez más, por “servicios” que la metrópoli (el obraje) les mete (nuestros “servicios” son todas las novedades tecnológicas (teléfonos celulares, etc.)).
  Argentina fue, desde sus comienzos, un país casi totalmente bananero (después de la Revolución de Mayo en la Argentina la gente compraba los productos ingleses, mientras nuestros artesanos se fundían). Dejó de serlo, un poco, durante las dos guerras mundiales, sobre todo durante la segunda, en que el bienestar del asalariado argentino creció mucho. La razón de este bienestar la centramos en que se incrementó el consumo de productos locales, ya que no había importación de manufacturas a causa de que los países de los que importábamos esas manufacturas estaban en guerra y dedicaban todos sus esfuerzos a la guerra.
  En general, toda Latinoamérica fue siempre muy bananera. Brasil es el país que ha hecho el mayor esfuerzo últimamente en industrializarse y exportar productos manufacturados, aunque a Latinoamérica solamente.
  La división que nos parece más adecuada para diferenciar los países es en bananeros y antibananeros. Las divisiones actuales, en primer mundo, tercer mundo, en vías de desarrollo, emergentes, etc. son demasiado imprecisas. La disminución en el índice de bananerismo promete ser el parámetro más adecuado para definir el grado de adelanto de un país.
  El primer paso para construir un país bananero es tener un dirigente que quiera vivir con las comodidades de que disfrutan los ricos de la metrópoli.
  Indicios de que el país se va a transformar en bananero: a) el gobierno quiere hacer obras faraónicas con créditos externos o con las privatización de sus empresas estatales. b) se abren las aduanas “para modernizar la economías y mejorar la competitividad de las empresas de capitales nacionales”. c) se piden créditos para cualquier cosa (construcción de escuelas, de hospitales, de caminos) pero no para crear fábricas.
  Para oponerse a un gobierno bananero lo primero sería no comprar nada importado.

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  La guerra de secesión norteamericana fue entre los antibananeristas del norte y los bananeristas del sur. Ganaron los antibananeristas del norte y eso hizo que EEUU se transformara en un gran país industrial.
  NAFTA significó que EEUU se hizo más antibananero y Méjico se volvió más bananero. 
  ALCA significaría que el país industrializado del continente americano sería EEUU y toda América Latina sería totalmente bananera.
Para un país antibananero no hay nada mejor que el que todos los demás países sean bananeros. Cuantos más lo sean, mejor. No es de creer que un país antibananero se esfuerce por ayudar a países atrasados. Pretender que un país industrializado ayude a industrializarse a países bananeros es lo mismo que pretender que el poseedor de un harem ayude a transformarse en hombres a todas sus mujeres.

  Generalización a otras regiones bananeras
  La definición de países bananeros y antibananeros podría extenderse fácilmente a provincias, departamentos y municipios. Por ejemplo, un municipio totalmente bananero sería el que exporta sólo materias primas y consume sólo productos manufacturados fabricados fuera del municipio. Para calcular su índice de bananerismo se podría utilizar la misma fórmula corregida que se aplica a los países. Parece haber una correlación entre índice de bananerismo y estructura política feudal. Se nota en nuestras provincias más atrasadas: producen agropecuarios o minerales y casi no tienen fábricas y son netamente feudales. La democracia sería hija de la estructura industrial, es decir, antibananera. De aquí se deduce que los países no industrializados difícilmente tengan gobiernos democráticos estables.
Lo dicho para los países se generaliza a los municipios: para tener un municipio bananero el primer paso es tener un intendente que quiera vivir con todas las comodidades posibles, no importa a qué precio.

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  Para poder hacernos una idea de la influencia que tendría el “comprador inteligente” en una región bananera supondremos que todos los habitantes de esa región se transforman en “compradores inteligentes”. O sea que preferirán los productos fabricados en la región a los fabricados fuera de ella. Al principio, como no hay fábricas dentro de la región, los compradores se verían obligados a comprar productos exteriores, o bien productos con poca manufactura incorporada, pero, sabiendo que lo fabricado dentro de la región tiene demanda segura, algunos compradores, los que manejan más el proceso secundario, tendrían tentación de fabricar cosas. Esto haría que hubiera gente ocupada como asalariados de esas fábricas internas. Aumentaría así la demanda y permitiría la reinversión de las utilidades y el agrandamiento de las fábricas (recuérdese que más que agrandarse en tamaño se multiplicaría el número de fábricas porque el “comprador inteligente” le compraría a la fábrica más pequeña preferentemente). Vemos que tendería a industrializarse la región. Un problema importante sería conseguir materias primas para los productos: podrían ser locales, lo cual no traería problemas, excepto que los dueños locales, que podrían ser oligarcas, desabastecieran, y podrían ser exteriores, lo que obligaría a cambiarlas, ya sea por las materias primas que se venderían normalmente fuera de la región o por productos manufacturados locales. Podría ser que el que produce las materias primas que se exportan viera afectados sus intereses por la producción de productos locales, porque le impedirían traer productos exteriores, negocio en que es probable que estuviera involucrado.
  De cualquier manera, aunque todo quedara por la mitad, la presencia de un cierto porcentaje de “compradores inteligentes” industrializaría la región. Esto reduciría el porcentaje de bananerismo y, por ende, la pobreza.
  No importaría sólo que los compradores fueran  “inteligentes”. Interesaría que los funcionarios, las fuerzas vivas, etc., supieran si les conviene traer cosas de otros municipios o no, y hacer que conceptos como “aumento de consumo”, que se toman como

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sinónimo de progreso, dejen de ser tenidos en cuenta y que poner palos en la rueda a lo que viene de afuera fuera más valorado.

  Cálculos de índices de bananerismo de diversos países, provincias y municipios.
  Dejaremos en suspenso los cálculos de índices de bananerismo. Cualitativamente se observa una sensible correlación entre bananerismo y pobreza municipio por municipio.

  Si el índice de bananerismo se publicara periódicamente, el “comprador inteligente” podría saber si su esfuerzo rinde frutos.

  En los programas oficiales docentes no se fijan perfiles de los educandos que, suponemos, debieran ser, ante todo, antibananeros.

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