domingo, 17 de febrero de 2013

Concentración de empresas y centro atractor

  Concentración de empresas y “centro atractor”
  Los productos acumulados como ganancia generan un desempleo que puede ser grave, en cuyo caso se llama crisis. Mientras dura la crisis, o sea mientras está la mercadería sin venderse, las industrias

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pequeñas se encuentran, en general, en dificultades mayores que las grandes porque pueden quebrar o cerrar o que las compren las grandes. Esta compra de empresas pequeñas por parte de las grandes afloja la crisis porque el dinero empleado en las compras es el de ganancias, no ahorradas, de las fábricas grandes. Y así se supera la crisis. De todos modos, después de la crisis las cosas ya no son como antes: no son las mismas fábricas las que permanecen. Es como lo que ocurre con ciertas enfermedades como la demencia senil: cada tanto el paciente sufre una crisis y, cuando se recupera de ella, ya no es el mismo: parte de lo que tenía en la memoria ha desaparecido, junto con una zona del cerebro.
  La concentración de empresas es, en realidad, la concentración de compradores en esas empresas. Si no hay concentración de compradores no hay concentración de empresas.
  La concentración económica a nivel mundial sería parecida a un remolino en que las empresas girarían arrastradas por un flujo circular y serían constantemente absorbidas por el centro del remolino. Este centro del remolino remeda los grandes capitales internacionales y la absorción por ese centro remeda la compra de empresas por esos grandes capitales. A este centro del remolino lo llamaremos “centro atractor”. En ese flujo circular habría otros remolinos más pequeños que el principal, en los cuales capitales no tan grandes como el principal absorberían a empresas más pequeñas. Lo previsible es que también esos capitales medianos, con el correr del tiempo, sean absorbidos por los grandes capitales antes citados.
  Hay empresas que no serían arrastradas por el remolino y parecerían estar ancladas: son las empresas estatales. Tal vez por eso los centros financieros presionan para privatizarlas, para que puedan ser integradas al remolino. También estarían ancladas las empresas protegidas por sus compradores, como en los municipios en que hubiera “compradores inteligentes”. Estas empresas, al tener “compradores seguros, no serían vendibles a empresas más grandes porque, al ser más grandes, los “compradores inteligentes” dejarían de comprarles. Vemos así que los “compradores inteligentes” no

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contarían con la simpatía de los mecanismos internacionales privatizadores. Si se fortificaran las empresas más pequeñas y países más pequeños el “centro atractor” dejaría de tener importancia.
  Anclaje es el vínculo de las empresas a algo que las hace invulnerables y que impide que se vendan por peligro de quiebra. Ese algo puede ser el Estado o tener una demanda inelástica, de hierro, que la ponga a prueba de quiebras.
  Estando las empresas no ancladas, el remolino alrededor del “centro atractor” muestra turbulencias por los coletazos de algunas empresas o países y también la presencia de atractores en diversos puntos del gran remolino, pero el promedio muestra la absorción de todo por el “centro atractor”.
  Los países ricos se vuelven más ricos materialmente, tecnológicamente y financieramente. Y este potencial financiero se vuelve “centro atractor”, que va poco a poco acaparando todas las empresas del mundo, excepto las “ancladas”. Es un ejemplo de realimentación positiva: el centro financiero, al comprar empresas, aumenta su poder, lo cual le facilita comprar más empresas.
  En resumen, la acción del “centro atractor” se anularía si las empresas estuvieran firmemente sujetas, lo cual puede ser hecho, al menos, en dos formas: 1) cada empresa es estatal, con lo cual está fijada al Estado y no se vende; 2) los clientes del mismo municipio le compran (aunque venda caro) con lo cual es fijado a los habitantes del municipio. El neoliberalismo busca dejar a las empresas sin anclaje, con lo que son atraídas, tarde o temprano, por el “centro atractor”.

  Extraído de un libro de comentarios económicos: “En las siete ciudades más grandes de Argentina vive el 50% de los habitantes del país. No sólo esto, sino que el 80% de la actividad industrial se concentra en apenas cuatro distritos: provincia de  Buenos Aires, ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba”. Esto significa que esas regiones productivas son pequeños “centros atractores”.

  La división del trabajo es buena hasta llegar a la escala

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municipal. Después es mala: engendra desempleo. Es cierto que la producción de muchos clavos abarata enormemente los costos, pero no es cierto que, si una fábrica duplica su capacidad, los costos disminuyan notoriamente. Entre la fabricación de clavos uno por uno y la fabricación de 10.000 clavos por día el costo puede bajar, por clavo, 1.000 veces. Pero si se fabrican 100.000 clavos por día, el costo bajaría apenas un 5% como máximo respecto de la fabricación de 10.000. Y eso no justifica el desempleo que puede producir el tener que cerrar la fábrica local por no poder competir con la que fabrica con un costo 5% menor. O sea que la división del trabajo convendría hacerla dentro del municipio, pero no abarcando un área mayor.

  En un libro sobre la autobiografía de un agente de publicidad, en un apartado titulado “¿Fomenta la publicidad el monopolio?” se contesta afirmativamente a esta pregunta, aunque no agrega, como nosotros, que eso trae aparejado un aumento del desempleo. O sea que la publicidad es peligrosa, si el comprador no está educado, porque produciría un mayor desempleo.

  Cuando una empresa extranjera compra una gran fábrica nacional no se apropia de la fábrica, sino de los compradores de los productos de la fábrica. Si estos compradores siguen comprando productos de esa fábrica, y la fábrica envía sus ganancias al exterior, nos habremos transformado en importadores del 20% de la producción de la fábrica. Un desastre económico: nos la pasamos exportando soja para poder pagar esas remesas de ganancias al exterior, por productos que, en general, podemos fabricar nosotros, ya que no tienen tecnologías desconocidas. Indudablemente, seguirle comprando productos a esa fábrica no revela mucha inteligencia de parte de nosotros, los argentinos. En 2005 el 80% de las 1000 empresas más grandes de Argentina estaban controladas por capitales extranjeros. Tal vez somos un poco descuidados al comprar.

  Nos quejamos de que los extranjeros están comprando tierras en

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Argentina. Y hasta decimos: “Vendimos todo. Esto es lo último que nos queda por vender”. ¿Y por qué los extranjeros no van a comprar nuestras tierras? Si una fábrica de dueños extranjeros, a la cual le compramos sus productos, en lugar de llevarse al exterior sus ganancias, utiliza esas ganancias para comprar tierras en la Patagonia, en el Iberá, ¿qué problema hay? ¿Es ilegal? ¿No le dimos nosotros mismos el dinero, al comprarles sus productos?

  Alrededor del año 1952 una multinacional de bebidas gaseosas paraba un camión en la puerta de un colegio y regalaba botellas de su bebida a los alumnos.¿Es muy diferente esto de lo que hacen los estafadores que quieren esquilmar a un incauto haciéndole ganar plata en los primeros encuentros y pelándolos luego? Los incautos, en este caso, fueron los alumnos, que se portaron como “compradores comunes”. Si hubieran sido “compradores inteligentes” habrían rechazado las muestras gratis o, si las aceptaban, seguirían luego comprando la bebida nacional que estaban comprando antes, y evitarían los despidos a que dieron lugar los cierres de las fábricas de bebidas nacionales y al aumento de la deuda externa a que dio lugar el envío de las ganancias de las nuevas fábricas extranjeras al exterior. ¿Quiere decir que las promociones hechas por cualquier comerciante para imponer un producto o al abrir un local son un soborno? Técnicamente sí. Y lo dice una canción: “La primera te la regalan, la segunda te la cobran”. Esas bebidas gaseosas no eran cosas nuevas. Venían a tomar el mercado, a reemplazar lo que ya teníamos. Si hubieran venido a fabricar válvulas de radio, que nosotros no fabricábamos, hubiera sido otra cosa. Si actualmente viene aquí un inversor extranjero a fabricar circuitos integrados, eso es progreso, pero que venga a abrir supermercados o a comprar fábricas ya existentes, es retroceso.

  Leemos en una revista de divulgación científica norteamericana: “El porcentaje de niños que viven en la pobreza se incrementó del 14,9 % de 1970 hasta el 20,2 % en 1995 (en EEUU)”.  (Suponemos que es al concentrarse las fábricas en EEUU que aumenta la

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pobreza). Esto se refiere a alumnos de escuelas, pero creemos que da una idea de lo que pasa en toda la población. Muestra que el Capitalismo con “compradores comunes” no cierra ni en el mismo EEUU, que es el líder del sistema.

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