domingo, 17 de febrero de 2013

Desconfianza sobre el compre local

  Desconfianza sobre que el no “comprar local” produzca desempleo
  Es difícil darse cuenta de que el comprar todo exterior produzca desempleo, porque en todas partes hay empleo y desempleo, sin hacerse evidente que importe cuánto se compra de local y de cuánto se compre de exterior. Hasta hay lugares donde se compra mucho importado y, sin embargo, el desempleo no es tan alto (Ejemplo: Capital Federal). Pero los hechos económicos ocurren

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por la intervención de muchas variables y eso confunde los razonamientos. Conviene más examinar esas variables una por una, tratando de evitar mezclas que impiden llegar a conclusiones indiscutibles.

  En una escuela se disgustan con la tiza que compraron y se vuelcan a comprar tiza importada. Pésima medida: quieren darle un futuro feliz a los alumnos y ya les están quitando trabajo para cuando se gradúen.

  Cuando se aumentan los sueldos y aumentan los precios manteniendo intacta la relación entre sueldos y precios, y se mantiene el valor del dólar, se aumentaría el desempleo porque se comprarían más productos importados, que mejoran sus precios relativos en tales situaciones.

  No es lo mismo el producto de consumo final que la herramienta, que se emplea en un estadio intermedio. Si un dentista utiliza una pasta para obturar las caries de los dientes de sus pacientes y, por “comprar local”, sus obturaciones duran el 80% de lo que duran la realizadas con productos exteriores, entonces no debe “comprar local”, aún cuando el producto sea más barato, porque está poniendo en peligro su profesión, a menos que aclare al paciente que usará un producto local de menor duración pero que, en compensación, le cobrará menos el trabajo . Si un mecánico arregla una parte de un automóvil para lo cual debe poner mucha mano de obra, como reparar un embrague, y los repuestos de reparación locales le duran el 80% de lo que le duran los exteriores, no debe “comprar local”, a menos que le aclare al cliente la situación y le cobre menos la mano de obra. Pasa en esto como cuando le implantan a alguien un marcapasos: tiene que durar el mayor tiempo posible, para correr menos veces el riesgo de la implantación.
  Lo mismo ocurre con las armas de guerra: deben ser lo más seguras posible, porque de ellas depende la supervivencia de uno. Tampoco aquí cabe el “compre local”: hay que elegir lo mejor.

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  Si una herramienta local no logra una precisión aceptable para un producto, debe usarse una exterior, pero si la precisión es aceptable aunque la exterior tenga precisión superior, convendría que se use la local. El “compre local” tiene un límite para las herramientas, pero no lo tiene para los artículos destinados a consumo, como galletitas, caramelos, leche en polvo, atún enlatado, linternas, cochecitos de bebés, bicicletas, limpiaparabrisas, pinturas, lápiz labial, cuadernos, sábanas, camisetas, pantalones, hilo de coser, etc., etc., en cuyo caso“comprar local”, aunque sea un poco más caro, es, indudablemente, más beneficioso.

  La primera lección de Economía en todas las escuelas, desde la primaria, debería ser: “el que compra exterior aumenta el desempleo”.

  En el fondo, lo que queremos aquí es que la Economía que los grandes economistas piensan para un mundo globalizado se realice, en la misma forma, en pequeño, familia por familia, municipio por municipio. Tal como es la relación entre personas. La relación entre países es débil, entre provincias no tanto, etc. Y dentro de la familia es la más fuerte. Así debiera ser en la Economía: las relaciones comerciales dentro de la familia deben ser las más fuertes, dentro del municipio algo menos, etc. Esta es la pretensión última del “compre local”.

  El hecho de que no todos los habitantes sigan una conducta no invalida la tarea de los que sí siguen la conducta. Es cierto que hay conductores que no obedecen los semáforos, pero muchos los obedecen y eso le da al tránsito cierto orden. Lo mismo pasa con las normas sociales: los que las siguen hacen que nuestra sociedad  no sea un desorden. Aún cuando no todos “compren local”, igualmente el hecho de que un porcentaje de la población lo haga (por ejemplo, el 75%) puede producir cambios significativos en el desenvolvimiento económico de una localidad.

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  Al arte local y, al mismo tiempo, a la economía local, se lo apoya yendo a ver películas locales, cantantes locales, etc. y no criticando a los funcionarios porque el presupuesto cultural es exiguo. Además, el ver películas extranjeras, ver series de televisión extranjeras, comprar cuadros de pintores extranjeros, comprar discos de músicos extranjeros, aumentaría el desempleo en Argentina, como las compras de cualesquiera otros productos extranjeros.

  Debería ser aceptable que un patrón discrimine al brindar empleo a un asalariado que compra productos exteriores con preferencia a los locales, ya que esas compras perjudican a todas las empresas del municipio y perjudicaría, indirectamente, a la empresa donde ese asalariado trabajaría. Es inconcebible que una fábrica del municipio le de un salario a una persona para que ella lo utilice en la compra de productos exteriores, destruyendo así a las fábricas del municipio por falta de ventas.

  Si nos abstuviéramos de recomendar, para un puesto de trabajo, a alguien que compra casi todo exterior o de fábricas grandes,¿estaríamos procediendo mal? No, porque estaríamos cuidando nuestros propios puestos de trabajo.

  Las comidas de beneficencia en escuelas, barrios, en que las amas de casa hacen empanadas, pasta frola, etc. y luego se venden entre vecinos son, en realidad, formas disimuladas del “compre local”.

  Con que el 20% de los compradores abrace el “compre local” ya se ahorra el 20% de las divisas y se ayuda al gobierno en las negociaciones por la deuda externa.

  El completar el sueldo con productos de la fábrica en que uno es operario, con factura de la panadería de la que uno es repartidor,

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con viajes gratis en la línea de colectivos en la que uno es conductor, son diversas formas del “compre local”.

   Homero Manzi, poeta argentino de merecida fama, sostenía que, aunque nosotros fabricáramos algún producto con menos calidad que los europeos, nos convenía comprar el nuestro, porque eso permitía que fuéramos haciendo el producto cada vez mejor. Esto es similar a lo que sostenemos en este libro.

  El “compre local” produciría el verdadero federalismo, porque fortificaría a las provincias pobres y acercaría las magnitudes de sus poderes a la magnitud del poder central.

  Propaganda política de un intendente: “Usted “compre local”. De lo demás me encargo yo”. Creemos que sería un buen eslogan para una campaña política: el “compre local” le daría un basamento económico firme a cualquier intendente.

  Hay quienes dicen que el “compre local” podría mantener a las fábricas del municipio en un nivel artesanal, pero si en ese nivel artesanal fabricáramos  circuitos integrados,¿de qué podríamos quejarnos?

  Expresiones sucesivas de un mismo señor (extraídas de la realidad) a lo largo de veinte años:
a)      Compré un JVC japonés. Está barato. Viajé a Europa. Un plan barato.
b)      Compré mucho importado. Es barato y bueno.
c)      Cerré mi empresita. Estoy de remisero.
d)      Le dije a mi hijo: “Cuando te recibas andate a otro país. Aquí no pasa nada.”
  Esto está extraído de la realidad y se puede aplicar a muchas personas argentinas que conocemos. Algunas tenían sus propias empresas, otras tenían buenos puestos en empresas que andaban

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bien. Ninguna de ellas tiene idea del “compre local”. Más bien lo
miran con recelo, aunque lo consideran lógico.

  Nos sedujeron induciéndonos a consumir productos manufacturados de otros países y nosotros nos dejamos seducir. Y ahora exclamamos: “¡Hay que pagar la deuda externa! ¿Qué hacemos?” Y nuestros acreedores nos dicen: “Eso es problema de ustedes, no nuestro”.

  Lo que dice el escritor Galeano en “Las venas abiertas de América Latina” de que la oligarquía peruana se daba una vida llena de lujos gracias a la exportación de guano debe ser completada con “gastaba todo en productos extranjeros”. Si lo hubiera gastado en productos peruanos tal vez Perú se hubiera industrializado. Los oligarcas peruanos podrían haber enriquecido a su propia industria y armado un ejército poderoso, porque sólo una buena industria produce un buen ejército.

  La picardía de que hacían gala nuestros  mayores al  decir “estoy elegante porque mi traje es de casimir inglés”, cuando les señalaban que estaban bien vestidos, era lo que hacía que nuestros  padres no consiguieran trabajo, debido a los que compraban cosas importadas, como el casimir inglés.

  El productor extranjero vende un producto, pero no le da trabajo al comprador. El vendedor local vende un producto y le da trabajo al comprador. No es necesario ser demasiado inteligente para darse cuenta de qué es conveniente comprar.

  Uno cree que al terminar la compra terminó todo. Pero no es así: después de la compra viene la reposición. Si el que hace la reposición es un fabricante local, tenemos trabajo. Si es un fabricante extranjero quedamos desocupados.

  Ojo: el comprar extranjero no reduce nuestras riquezas; las

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aumenta. Nos equipamos: tenemos video-cassetteras, televisores color, lavarropas automáticos, etc. importados. Pero perdemos nuestras máquinas de generar riquezas, que son nuestras industrias. Y al no tener industrias nos empobrecemos.

  Pusieron cable hace poco en una localidad del interior. Todo el mundo contento, pero sin calcular que el dinero que sale de la localidad por el pago de los abonos de cable no se repone con dinero extra que entre en la localidad y que eso hará que las compras que se harían en la localidad con ese dinero no se harán. Disminuirán las ventas, se fabricará menos y algunas personas quedarán sin empleo, y le echarán la culpa al gobierno. Uno se empobrece con el cable, pero teniendo todas las comodidades. Algo así como un noble venido a menos, que poco a poco va perdiendo sus posesiones. Nos da pena la gente de esa localidad Parece tener más y tendrá menos, y lo peor es que no entenderá por qué.

  En Misiones (Posadas) las emisoras de radio son repetidoras de las de Buenos Aires. Tal vez porque a los habitantes de Posadas les gusten más que las locales pero, ¿saben estos habitantes que parte de sus sueldos se van en el pago a las radios  de Buenos Aires y parte de sus empleos también?

  Escuchamos a un señor: “Hay que introducir en nuestros provincianos la cultura del trabajo para que no pasen hambre y para que no esperen que el Estado los auxilie”. No estamos de acuerdo: hay que introducir en nuestros provincianos la cultura del “compre local”.(Que es, en última instancia, la cultura del trabajo propio, siendo el “compre extranjero”, la cultura del trabajo ajeno).

  Cuando una fábrica extranjera fabrica pan en Argentina, los argentinos ponemos la harina , el agua, la mano de obra, la levadura, la electricidad y, sin embargo, la fábrica extranjera se lleva al exterior el 20% que obtiene de ganancias, o sea que el pan

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que compramos es, en un 20%, importado. Lo mismo pasa con las demás empresas extranjeras que fabrican bienes para nuestro consumo interno.¿No tendríamos que cambiar de conducta los compradores? Importamos hasta cuando no importamos. Y estamos importando pan, cuya fabricación es trivial, no televisores ni computadoras.

  El fabricante no produce para el beneficio del comprador, sino para su propio beneficio. Ofrece más barato y mejor, no porque esto le convenga mayormente al comprador, sino porque así logra más mercado y perjudica a sus competidores. Sin embargo, sin querer, el fabricante trabaja para el beneficio del comprador, porque produce cosas que el comprador necesita para vivir mejor (leche en polvo, peinetas, mermeladas, máquinas de lavar, etc). A veces, las menos, también las hace queriendo, como cuando mejora por su cuenta un producto. El problema para fabricante y comprador se presenta cuando otro fabricante le disputa al primero los favores del comprador. Si el nuevo fabricante es de otra zona (del mismo país o de otro país) y vence al primer fabricante obligándolo a cerrar, entonces la zona en que vive el comprador se queda con una fábrica menos y, por lo tanto, con una fuente menos de trabajo. De aquí que la fidelidad del comprador a las fábricas locales tiene una importancia que puede ser mucho mayor que el precio del producto. Hay que cuidar al proveedor, como si el comprador fuera también dueño. Y esto es la base del “compre local”. No sólo hay que hacer las compras para pertrecharse. También hay que hacerlas para sobrevivir.

  ¿Por qué competir? El Capitalismo nos obliga a competir, pero tal vez podamos competir no en todos los planos, sino sólo en los que corresponda. No es necesario que una fábrica de galletitas local compita con una fábrica internacional de galletitas. No es necesario en absoluto. Si el comprador quiere mantener sus fuentes de trabajo debe “comprar local”, no debe permitir que las fábricas del lugar donde vive entren en competencia con fábricas

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monstruosas que le van a permitir comprar más barato pero le van a quitar su fuente de trabajo (y de nada vale que las cosas sean baratas si no se tiene un sueldo para comprarlas). La competencia es buena sólo entre PYMES locales.

  Cuanto más fábricas haya en la localidad y cuanto más alta tecnología se utilice  en ellas, mejor es para la educación de los niños, que son estimulados a logros en que no son estimulados en localidades sórdidas, sin otra cosa que palas, azadas, arados y cacerolas. Esto no aparece en los textos dedicados a la educación. Al menos no como cosa fundamental. El niño que está rodeado por objetos más sofisticados empieza su educación desde más arriba que el que crece en un lugar con cosas sin sofisticación. Por ejemplo, el que tengan en la casa un teléfono o no ya da una forma diferente de enfocar las cosas en el niño. Por eso el buscar aumentar el número de fábricas en cada municipio por medio del “compre local” nos agregaría una nueva ventaja: permitiría una mejor educación de los niños.

  Un economista español opinó, a principios de 2001, sobre la economía argentina, que los inversores españoles les brindan servicios a los argentinos que pueden pagar, que son un millón de personas que tienen sueldos altos y que los demás argentinos no interesan. Nos regalan las razones, a los compradores pobres, para dejar de comprar productos españoles y “comprar local”.
  Confesamos que no nos diferenciamos demasiado de la forma de pensar del economista español: hace un tiempo queríamos fabricar unas mesitas paquetas pero caras, y se nos ocurrió que no íbamos a tener mucha gente a quien vendérselas, y de ahí pensamos en que sólo teníamos posibilidades en la gente de buena posición económica. Así que excluimos del consumo de nuestras mesitas a la gente de bajos ingresos. Para ser honestos, deberíamos haber tratado de fabricar mesitas más económicas para la gente de bajos ingresos, pero no excluirla. En estas condiciones el que “no comprara local” no sería excluido: se autoexcluiría, porque con sus compras favorecería a empresas que lo excluyen a él. Para que

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 haya menos excluidos (léase “desocupados”), se deduce que una solución podría ser la adopción del “compre local”.

  La búsqueda de la excelencia por el comprador es lo que lo lleva a la miseria. Buscando lo mejor se compra lo exterior, que empobrece. Buscando la mejor tecnología nuestros empresarios compran tecnología en el exterior y dejan sin trabajo a nuestros investigadores. Es mucho mejor acostumbrarse a consumir lo que se puede hacer en el municipio donde uno vive. Para eso está el “compre local”: más vale regular para muchos que bueno para pocos. La excelencia sólo debiera ser para cosas en las que está la vida en juego: armas de guerra y atención médica.

  La erradicación de la pobreza no parece ser un tema interesante para los políticos ni para los científicos. El “compre local” tendería, frontalmente, a erradicar la pobreza, al brindarle a todos mayores posibilidades de tener empleo, sin necesidad de apelar a la política ni a la ciencia..

  Desempleo por compras a proveedores grandes
  Convendría ver si el comprar productos exteriores es la única causa de desempleo, porque no explicaría el hecho de que hay países industrializados con altos índices de desempleo, como Alemania y Francia, que consumen manufacturas importadas, pero también las exportan, lo cual compensa, como ya vimos. De modo que, en esos países, habría que buscar otras razones para el desempleo. Se nos aparece, como posible, el grandor de sus fábricas, porque el desempleo creció al crecer el tamaño de las fábricas, al fusionarse entre sí para formar fábricas más grandes. También podría influir el tamaño de los comercios que, de pequeños locales minoristas, han pasado, en gran medida, a ser supermercados, que son grandes comercios minoristas. La razón no está tan a la vista, y consistiría en que las fábricas grandes y los supermercados producen mucho ahorro de dinero y esto genera desempleo. Esto ya fue demostrado por el economista Keynes: el ahorro de dinero produce desempleo.

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  Podemos ensayar un modelo que parece satisfactorio: un estanciero trabaja junto con sus peones, a los cuales paga con los productos que fabrican conjuntamente (alimentos, zapatos, cuerdas, látigos, cacerolas de barro, ropas, telas, monturas, bicicletas, medicamentos, etc.). Si el estanciero no guarda productos, es decir, no ahorra, cada año queda sin reservas y es necesario empezar de nuevo a fabricar lo que se va a consumir en el año entrante. Los peones trabajan constantemente y siempre tienen empleo. Pero, si el estanciero, aparte de los productos que separa para su propio consumo, guarda otra parte como ahorro, como ganancia, y este ahorro de productos se acumula en demasía, el estanciero puede decir, en un momento dado: no quiero fabricar nada este año; me arreglo con lo que tengo acopiado de años anteriores. Los peones quedan, entonces, sin trabajo. Y recuperarán el trabajo cuando el estanciero termine de consumir lo que tiene ahorrado. Esto nos muestra que el ahorro del estanciero produce el desempleo de sus peones. Si, en vez de la estancia, ponemos al total de fábricas del mundo, podemos sospechar que es el ahorro de los patrones lo que produce desempleo.
  Si, en vez del estanciero grande, hay varios pequeños que tienen la misma producción, en conjunto, que la que tenía el estanciero grande, se va a producir el mismo ahorro en el mismo tiempo, y los estancieros pequeños van a decir, en un momento dado: no voy a fabricar nada este año. Los peones quedarían, entonces, sin trabajo. Pero a los estancieros pequeños se les acabarían más pronto los ahorros, porque son varios a consumir, en vez de uno solo. Y los peones quedarían desocupados menos tiempo con varios patrones pequeños que con un solo patrón grande.
  Esto nos demostraría que las fábricas grandes producen más desempleo que las pequeñas, y que el desempleo es debido al ahorro de los dueños de las fábricas.
  Cuando las fábricas son pequeñas (PYMES, por ejemplo) las ganancias que obtienen los patrones son utilizadas por éstos en realización de viajes o en darse gustos especiales, de modo que se diluyen y no generan desempleo. En el caso de grandes fábricas las utilidades no pueden ser utilizadas porque son cuantiosas (por

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ejemplo, una PYME puede dar una ganancia de 60.000 dólares anuales, que su patrón gasta en sus consumos habituales, y una gran empresa puede dar una ganancia de 60.000.000 de dólares y el patrón o los patrones no llegan a gastarlos en sus gastos particulares). De ahí que las empresas pequeñas no generarían desempleo y las grandes sí, pero no por mala disposición o por planes preconcebidos, sino a pesar de los esfuerzos que hacen las fábricas grandes y los gobiernos para evitar la desocupación.
  Para el caso de los comercios grandes el argumento es similar: el comerciante grande vende más, por vender más barato, y ahorra más productos, lo que hace que éstos queden en las estanterías, y su consumo personal no alcanza a que consuma lo que ahorra ( es decir, lo que quedó en las estanterías). Esto hace que no solicite al patrón de la estancia (o a los patrones de las estancias pequeñas) la reposición de los productos; éstos se acumulan en las estancias, los estancieros se toman un descanso en la producción y los peones quedan desocupados. Si los comerciantes son pequeños también ahorran, pero consumen más rápidamente lo que les queda en las estanterías y los peones quedan menos tiempo desocupados.
  Sin embargo, está aceptado sin discusión, en la Economía Clásica, que el ahorro de los empresarios es necesario porque se transforma en inversiones y genera fuentes de trabajo. Esto, por lo visto aquí, es discutible. El ahorro, seguido de inversión, produce crecimiento económico, pero no disminuye el desempleo. Es que, durante un tiempo, la ganancia no es reinvertida y durante ese tiempo la ganancia es ahorro. Un caso especial es el de un país industrializado cuyas fábricas fueron destruidas durante una guerra (como el “milagro alemán”) en el que las ganancias fueron reinvertidas inmediatamente, antes de convertirse en ahorros.
  Ergo, si comprar productos de fábricas grandes o productos vendidos por comercios grandes aumenta el desempleo, al comprador le convendría comprar lo fabricado por fábricas pequeñas y lo vendido por comercios pequeños.
  Generalmente, los comercios más grandes venden a precios menores, de modo que comprar en comercios pequeños a mayor precio parece un desatino, pero puede ser que el aumento de

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desempleo producido por comprar en comercios grandes alcance al comprador, no ahora, pero sí más adelante, haciendo que lo que el comprador ahorró lo pierda luego con creces, al estar desempleado.
Nuevamente, la inteligencia se enfrenta al instinto.

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