CUESTIONES SOBRE LOS CONTENIDOS ANTERIORES Y QUE PUEDEN AYUDAR A FIJAR IDEAS SOBRE ELLOS
No son los nuevos adelantos tecnológicos los que producen desempleo en forma permanente, porque si no, desde el tiempo en que empezó la industrialización, con todos los adelantos tecnológicos que hubo, sobre todo en automatización, el desempleo sería, hoy, casi del 100%. Se acusa al adelanto tecnológico de provocar desempleo, pero debemos reconocer que no es él el verdadero productor del desempleo permanente.
Lo de los impuestos proporcionales y los impuestos regresivos es
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algo que merece un cierto estudio: si los impuestos proporcionales, que gravan más a los que más tienen, se destinan a compras locales, el impuesto produce riqueza, pero si se destinan a compras exteriores, generan pobreza. O sea que un impuesto como el que se practica en Suecia, en que se cobra un porcentaje mayor a quien más tiene o a quien más produce, no sería, necesariamente, favorable al desarrollo de la riqueza del pueblo sueco.
Crear fuentes de trabajo no sería sinónimo de bajar la tasa de desempleo, porque si los que trabajan en la nueva fuente de trabajo gastaran sus sueldos comprando sólo productos importados la tasa de desempleo aumentaría. O sea que tratar de crear fuentes de trabajo podría ser inútil, si no se acompañara de una forma “inteligente” de comprar.
Los economistas hablan de países que van a ser dinámicos en sus realizaciones económicas, pero no mencionan cómo atacar la desocupación. Sería bueno que los compradores les mostraran, con sus compras, que el dinamismo no les importa y que el desempleo sí les importa.
Más adelante en el tiempo, los habitantes de nuestro planeta no añorarán lo que hoy tenemos, como yacimientos, especies de animales y plantas aún no desaparecidas, etc., pero sí sufrirán, como lo hacen hoy, lo que produce la desocupación: hambre, frío, sensación de exclusión, etc. Por eso aquí nos ocupamos tanto de la desocupación: porque sus efectos son eternos.
Una persona me pregunta: “¿Usted colaboró en la colecta que se hizo para los chicos carenciados?” “Sí”- le digo- “colaboro todos los días: compro productos de fabricación argentina y, si es posible, local. Y también compro en comercios pequeños, con preferencia a los comercios grandes”. Así les doy trabajo a los padres de los chicos carenciados.
Si tres empresas se unieran, no haciéndose competencia y fijando
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un precio común superior al lógico y que perjudicara a los consumidores, éstos podrían comprar a la más pequeña de las empresas, debilitando a las otras dos. El proceso no necesitaría ser brusco. Podría suceder que las otras dos empresas no quisieran desaparecer del mercado local y llegaran a un acuerdo sobre el precio final. De todos modos, si no hubiera arreglos intermedios (negociaciones) dos empresas desaparecerían del mercado local.
Nosotros compramos al país X cosas que no podemos fabricar porque su tecnología para fabricar esas cosas es superior a la nuestra o porque no tenemos esa tecnología. Nosotros exportaríamos al país X productos P que fabricamos a menor costo que el país X (por ejemplo, porque no requieren tecnología sofisticada o porque requieren más mano de obra barata). Pero el país X, con las ganancias obtenidas con los productos de alta tecnología que nos venden, subsidia los productos P que fabrican más caros que los nuestros y con esos subsidios pueden vender los productos P más baratos que nosotros. No podemos exportar los productos P y eso perjudica a nuestra industria local.¿Cómo podríamos defendernos si no nos transformáramos en “compradores inteligentes”?
Marx supuso que los cambios económicos se producirían a causa de las pasiones, no de los raciocinios. El “comprador inteligente” procedería al revés: más raciocinio y menos pasión.
Hay un libro de título “El cliente manda”. Sin embargo, el autor sólo dice que será más exitoso quien satisfaga los deseos de los clientes. Nada de “comprador inteligente”. El que sigue llevando las riendas es el vendedor. No compartimos las ideas de ese libro.
El obrero arriesga cuando se expresa con sinceridad; el comprador no. Eso haría más poderoso al comprador, al menos si las reglas del juego se mantuvieran iguales.(En caso de que el
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comportamiento del comprador no satisficiera las expectativas de los grandes empresarios éstos podrían intentar variar las leyes del juego recurriendo a la fuerza). Pero el comprador nunca arriesga su vida ni su propiedad ni su empleo: sólo parte de su dinero.
Pensamos que el comprador es cien veces más potente que el obrero, porque una huelga difícilmente termine con el cierre de una fábrica, pero el dejar de comprarle sí.
Hay, actualmente, una tendencia a municipalizar todo, incluida la educación, así los gobiernos provinciales tienen presupuestos menos onerosos. Aquí atribuimos esta necesidad presupuestaria a que las grandes empresas y los bancos cada vez requieren una mayor porción de la torta productiva, con lo que al Estado le queda cada vez menos (esto a escala mundial). Pero, con el “compre local”, y el “compre al más pequeño” se municipalizaría, también , la producción, con lo que los municipios tendrían más poder y las fábricas y bancos grandes dejarían de tener peso importante.
Un municipio podría subsidiar a sus industrias de acuerdo con las razones que las hacen no competitivas respecto a los productos exteriores. Tal vez los impuestos recaudados compensen los subsidios.
Cuando el Estado subsidiaba o compraba empresas grandes para cuidar las fuentes de trabajo, en realidad beneficiaba a los grandes empresarios y perjudicaba a las PYMES. Porque esas fábricas, una vez quebradas, podrían haber sido reemplazadas por PYMES, las cuales habrían tomado a los obreros cesantes y aún más, a nuestro entender. Y algunas de esas PYMES se hubieran podido abrir en otras provincias y enriquecerlas.
El poder está en las fábricas. Que esté en las finanzas es un cuento. Las finanzas sólo son productos que se tenían en las
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estanterías y que se entregan para ayudar al que pide financiación. Es un préstamo, no una fabricación.
Cuando se dice “estamos demasiado atrasados para intentar industrializarnos” se omite al actor principal, que es el que industrializaría: el “comprador inteligente”.
La tierra no debiera ser para el que la trabaja, como pregonan los que propician las reformas agrarias, sino para el que la transforma en una fábrica. No se debe trabajar sólo para darle de comer al dueño, sino para fabricar alimentos para todos.
Tecnología de punta,¿qué es? Depende del país. Para nosotros, tecnología de punta sería tratar de construir un transistor, porque no sabemos cómo hacerlo, a pesar de que hace casi sesenta años que se inventó. Estudiar teoría de cuerdas no es tecnología de punta para nosotros. Es tecnología de punta para los países avanzados, que inclusive tienen las máquinas para verificar lo que deducen teóricamente. En Economía, tecnología de punta sería encontrar el modo de que todos tengamos trabajo, aún cuando éste no esté a la altura de los últimos conocimientos. Somos eficientes, nos parece, porque usamos aparatos avanzados, pero no somos eficaces, porque lo que decimos que queremos hacer, como eliminar la pobreza, no lo conseguimos hacer.
Leemos en un diario que el gobierno amenaza con abrir la importación para frenar el aumento del precio de la ropa. Consideramos que es un craso error. Es el comprador el que debe aprender a defenderse, y podría hacerlo muy bien. Los compradores podrían hacer quebrar a más de un fabricante local de ropa. No se debe competir con los de afuera. Los de afuera debieran ser de palo.
El “comprador inteligente” modificaría el mercado del “comprador común”. ¿Les gustaría este nuevo mercado a los neo-liberales? Probablemente no. Quieren compradores que sólo se
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guíen por precio y por calidad y no compradores que piensen qué efectos futuros producirá su compra. Además, seguramente no les gustaría que les cambiaran unas reglas de juego que les están dando tantas satisfacciones.
Pareciera que el “comprador inteligente” sería contrario al liberalismo económico. Todo lo contrario. Sería liberalismo puro. Pero no sería el liberalismo actual, que sólo funciona con “compradores comunes”.
Los neoliberales se enojan (y se enojaron siempre) con los regímenes proteccionistas, porque éstos les impiden seducir a los “compradores comunes”. Acusan a los regímenes proteccionistas de que coartan la libertad.
Los subsidios norteamericano y francés a sus respectivos agricultores son análogos al “lo que es mío es mío, y lo que es tuyo es negociable”. O bien; “comercio libre en lo que es tuyo, y proteccionismo en lo que es mío”.
Los, aparentemente, “buenos ejemplos” de científicos argentinos que “triunfan” en el exterior, debieran ser dados como “pésimos” ejemplos, porque sus buenas notas debieran señalar a personas que ayuden a progresar a la ciencia argentina y no a las de las metrópolis, sobre todo sabiendo que las carreras de esos científicos “joyitas” fueron pagadas por nuestros contribuyentes. No incluimos en este grupo a los científicos que alternan sus actuaciones en centros científicos extranjeros con sus actuaciones en Argentina, y que traen, año a año, las novedades científicas que aprenden en lugares de más alto nivel científico que el nuestro. A estos últimos les agradecemos calurosamente lo que hacen por nuestra ciencia.
Debiéramos definir el “grado de vidrio de color” de un objeto importado, que uno compra, tomando en cuenta el beneficio que produce. Los vidrios de colores que los conquistadores les daban a
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los indígenas tendrían un “grado de vidrio de color” de 100.
Los que compraron un coche importado en el tiempo en que era ministro de economía el Dr. Martínez de Hoz aún siguen pagando intereses (los pagamos entre todos, mejor dicho). Nunca se dice que una compra de un producto extranjero sigue pagando intereses año tras año a través de la deuda externa. Si el coche costó 20.000 dólares, parte de los cuales se incorporaron a la deuda externa, esta parte de los dólares siguió pagando intereses hasta hoy, y tal vez ya le costó al país 30.000 o 40.000 dólares. Pagados entre todos los argentinos, claro.
La gestión del Dr. Martínez de Hoz (l976-1981) tuvo mucho de demagógico: abrió las aduanas y reemplazó el consumo de productos locales por otros importados de mayor calidad y muy apetecidos por los compradores argentinos. Esto llevó a necesitar dólares para pagar esos productos importados y parece que fue por eso que se empezó a generar la gran deuda externa argentina. Y mostró lo que es la demagogia: hacerse alguien simpático a un grupo humano gracias a poner al alcance de ese grupo las cosas que ese grupo deseaba tener.
El trabajo de los importadores y de los fabricantes locales muestra una especie de lucha de clases entre los importadores y los fabricantes locales.
Usted pregunta los porcentajes de piezas nacionales de dos coches: 30% y 60%. Piensa en decidirse por el segundo, en beneficio de la industria que le da trabajo a usted y para tratar de no quedar desocupado. Luego pregunta los precios: 30.000 y 32.000. Y ahí usted vacila. Ahí empieza a actuar la “miserable codicia del pobre” que usted lleva dentro. Y trata de ahorrar 2.000$.¿Por qué no? ¿Quién lo mira? Y ahí se da cuenta de que
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ser un “comprador inteligente” podría ser fructífero, pero es difícil.
Lo mismo, en dos países distintos, no es lo mismo. Ejemplo: el uso de un teléfono celular. En Argentina su uso aumenta la deuda externa, aumenta la desocupación, pero en EEUU da trabajo a su gente y estimula la investigación.
El presidente de un país latinoamericano ha dicho, refiriéndose a las compañías petroleras estadounidenses: “se llevaron el petróleo y no dejaron nada”. Pero eso no es cierto: dejaron productos de consumo: cacerolas, radios, paquetes de cereales para el desayuno, automóviles. Lo que no dejaron, eso sí, fueron fábricas, que es lo que le convendría tener a ese país latinoamericano a cambio del petróleo.
Hay que tener cuidado con la sustitución de importaciones: si se suben los aranceles un 250% del valor de lo importado y una fábrica extranjera fabrica aquí y vende a 3,50 dólares lo que en el exterior está a 1 dólar, y se lleva 2,50 al exterior, no se ve cuál es el negocio, porque importando el producto perdemos 1 dólar de nuestras reservas y fabricándolo aquí perdemos 2,50 dólares. Esto muestra que también así las industrias de capitales extranjeros pueden ser sumamente peligrosas.
En el diario, en 2003 aparece la noticia: “Aumentan un 64% las importaciones debido al aumento del consumo”. Y lo ponen como un triunfo. Y aunque luego aclara que se debe a la mayor importación de máquinas y materias primas, nos queda la sensación de que el aumento de importaciones siempre les resulta positivo, porque lo positivo, para algunos economistas, es que haya más actividad económica, aunque esta actividad sea para el suicidio colectivo, el cual ocurre cuando las importaciones son sólo de productos manufacturados.
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El comprar un CD hecho para ayudar a los refugiados ayuda a la industria del país que fabrica el CD, más bien que a los refugiados.
En 2005 se publica, en son de queja, que el porcentaje de autopartes importadas de los autos que se fabrican en Argentina va en aumento. No dan porcentaje, pero debe rondar el 80%. Si los compradores fueran “inteligentes” esto de la importación no existiría, porque los compradores comprarían sólo a las fábricas que tienen más alto el contenido de piezas nacionales.
Las tan mentadas “leyes del mercado” son, a nuestro entender, las leyes del instinto del “comprador común”. Es decir, del comprador que no ve más allá del precio y de la calidad del producto en venta. Por supuesto, si los compradores dejaran de ser “comunes” y se transformaran en “inteligentes”, que ven no sólo el precio y la calidad, sino también las consecuencias sobre la industria local, sus empleos, etc., que tienen sus compras, las “leyes del mercado” serían otras y serían otras seguramente las estrategias para conquistar esos nuevos mercados.
Parece probable que la razón que llevó a China a pasar al sistema capitalista fue que el socialismo no permitía obtener un ejército suficientemente poderoso y el capitalista es el que permite obtener los mejores ejércitos actualmente. Recuérdese que la finalización de la “guerra fría” fue una cuestión resuelta militarmente. Podría asegurarse que lo que hizo que, en la Historia , se pasara de un sistema económico a otro fue la posibilidad de formar un ejército más poderoso y no una economía más poderosa. El posible pasaje del capitalismo al socialismo se frustró en l989, al triunfar definitivamente el ejército capitalista sobre el socialista sin librar batalla. Por eso, al tratar de implementar la educación de los compradores, habría que ser cauto, porque podría lograrse una mejor distribución de la riqueza, pero al costo de debilitar al ejército. Si así fuera, habría
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que resignarse a la exclusión inevitable que se está produciendo como consecuencia del “envejecimiento del capitalismo”.
Se llama eficiencia a la capacidad de obtener un mejor rendimiento de algo. Por ejemplo, se muestra eficiencia si se logra vender 100 donde se vendía 60, si se logra que una máquina produzca 1000 piezas por hora cuando antes producía 200 piezas por hora. Las empresas más eficientes logran atraer más a los “compradores comunes” porque ofrecen menores precios, mejor presentación, más calidad. Puede suceder que, siendo esas empresas extranjeras, su eficiencia se transforme, al ir tras ellas el “comprador común”, en la destrucción de las industrias locales y en el crecimiento del índice de desempleo del lugar. La eficiencia es buena. Nos permite tener más cosas con menos esfuerzo. Vivir mejor. Pero la comparación de eficiencias con fábricas de otras localidades, o de otros países, es peligrosa, porque si nuestras empresas son menos eficientes, desaparecen y, con ellas, desaparecen nuestros empleos. Comparar eficiencias es participar en una guerra que, a los pobres, no nos conviene.
Los que recogen la cosecha están trabajando para el exterior y son los que traen los dólares. No nos damos cuenta, pero es así. Gracias a ellos compramos TV, videos, Internet, etc. ¿Cómo traen los dólares? Así: El empresario compra la semilla, que puede traer del extranjero, y gasta 20 dólares. Les paga a los sembradores, a los cosechadores, a los fleteros y a los estibadores, digamos 50 dólares, paga los impuestos (10 dólares) y exporta y recauda 100 dólares. Le quedan 20 dólares de ganancia, que puede dejarlos en el país o depositarlos fuera de él. En al país quedan 60 dólares, que son los sueldos y los impuestos. No son pesos, porque en el exterior cobra en dólares y, si paga en pesos, tiene que cambiar 60 dólares por pesos en el Banco Central, que es donde van a quedar los 60 dólares. Así es cómo las exportaciones aportan divisas al país. Pareciera que si el exportador dejara en el exterior todo el
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dinero que gana al vender sus productos, no queda ni un dólar en el país. Pero no es así.
Venta de comidas y de detergentes sueltos fabricados por vecinos: ideal para comportarse como “comprador inteligente” sin esfuerzo, tanto por el “compre local” como por el “compre al más pequeño”.
Una de las formas en que nos afecta nuestra pobreza es que se tienden a aceptar cosas que son inaceptables en condiciones normales: permitir un basurero nuclear en Chubut (Argentina), “donar” sangre para poder comer (Puerto Rico), prostituirse (Tailandia), etc. El que esto sea producido por la propia población a causa de sus compras y que luego esa misma población se queje de su pobreza es terrible.
Lo que no le enseñó la madre a Discépolo, que escribió varios tangos dedicados a exaltar la maldad del rico y la desgracia de ser pobre pero honrado, es a “comprar al más pequeño”. Sólo le enseñó lo que es correcto moralmente, pero no lo que sería bueno económicamente, y no se dio cuenta de que el rico sería llevado a ser rico por el mismo pobre que luego se sentiría despreciado y agredido por ese rico al que formó y que se permite ser un transgresor gracias a esa riqueza. Si hubiera siempre comprado al comerciante y al fabricante más pequeños no hubiera hecho rico al rico y no habría sentido la insolencia de esa riqueza atesorada por alguien sin escrúpulos. Si así hubiera procedido la madre de Discépolo. éste tal vez no hubiera escrito los tangos que escribió.
Lo que hace poderoso hoy al comprador pobre y de clase media es la producción en serie, la necesidad de vender muchas unidades de cada artículo, cosa que no ocurría en el pasado en el que se vendían a los ricos, y sólo a ellos, artículos suntuarios muy caros en pequeñas cantidades.
Insistimos en que la pobreza no se produciría por una lucha de
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ricos contra pobres, sino por una lucha de ricos y pobres contra pobres.
Los compradores se sienten inferiores a los vendedores. No saben que los compradores son más poderosos. Tal vez sea porque se sienten necesitados de adquirir los productos que tienen los vendedores. Pero más necesitados que ellos están los vendedores, cuya misma existencia está en juego en el acto de vender. El comprador no quiebra por no comprar; el vendedor sí quiebra por no vender.
Siempre va a haber compradores pobres, porque los pobres son necesarios para trabajos de limpieza, etc. En cambio, no necesariamente habrá siempre compradores ricos.
Los científicos argentinos más eminentes emigran a los países grandes. A estos países grandes los ayudan los “compradores comunes” de Argentina, que compran productos de los países grandes. De modo que los “compradores comunes” de Argentina brindan los fondos con que los países grandes les pagan a los científicos que Argentina pierde y cuyos estudios pagó. Además, estos científicos ayudan a los países grandes a aumentar la brecha tecnológica entre ellos y nosotros.¿Cuál es la ventaja que obtienen los “compradores comunes” argentinos con sus compras de productos de países grandes?
Confiar en salir del pozo económico sin educar al comprador sería como ser ministro de Salud Pública y tratar de mejorar la salud pública sin informar sobre la existencia de microbios y confiar sólo en el instinto de la gente.
Ricos “de veras” son los que tienen las minas, los campos, o sea las materias primas. Los otros ricos podrían ser controlados por los compradores, pero los “de veras” no.
“María la O ” y los otros temas recurrentes de las tragedias
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latinoamericanas (mulata engañada por blanco, etc.) son el argumento de “La Cenicienta ” y se basan en la admiración por alguien diferente a uno y el desdén por aquello igual a uno, o sea en la autodesvalorización. El pobre hace uso frecuente de esta autodesvalorización, en las compras que hace, en las películas que ve, en los juguetes que compra, etc. Ejemplo: si usted tiene ojos castaños y le gusta ver telenovelas con actores de ojos claros, y lo mismo les pasa a los otros espectadores de ojos castaños, es de esperar que los productores de la telenovela pongan intérpretes con ojos claros, lo cual significa que usted nunca conseguirá trabajo de actor de telenovela. Lo mismo pasará si a los negros sólo les gustan programas en que intervienen blancos solamente: nunca serán elegidos para participar en esos programas. La autodesvalorización conduce al desempleo. Si, en cambio, los negros sólo ven programas en que intervienen negros, seguramente los programas con integrantes negros alcanzarán una proporción importante de los programas.
Cuando se dice “esa fábrica dio de comer a mucha gente”, en realidad se debería decir “esa fábrica fabricó mucho y a muchas personas que trabajaban en ella les tocó parte importante de lo recaudado cuando hubo compradores que compraron esos productos”.
Tener una deuda externa y pagar intereses por ella es como pagar un alquiler: nunca se logra nada.
Las explicaciones que se dan para las causas del desempleo son similares a las que se daban para las enfermedades antes de los trabajos de Pasteur: parecen faltarles detalles esenciales, que nosotros suponemos que están relacionados con las compras.
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