domingo, 17 de febrero de 2013

Bienvenidos

Aquí les presento mi libro "Importancia del comprador en la economía y la política".
El mismo se encuentra también en las librerías y puede ser descargado gratuitamente en formato de libro desde http://compradorinteligente.bubok.es/
Si no encuentra el libro en su librería, llame al (011) 4628-9923

Gracias por su interés y esperamos sus comentarios.
Juan Carlos López

Prefacio

Las ideas expuestas en este libro son originales del autor y no siguen lineamientos de economistas ni filósofos ni ensayistas. No pretenden provocar una revolución, pero sí generar una curiosidad que conduzca a iniciar acciones útiles al bienestar humano.
Las frases en bastardilla pueden saltearse en una primera lectura.
Las palabras o frases que se inventaron en este libro para designar conceptos específicos para nuestros razonamientos van entre comillas.

LIBRO PRIMERO - El comprador. Su importancia en la economía

Introducción
  Usted compró un caramelo, y esta operación comercial le pareció un acto insignificante. Si alguien le asegurara que todas las compras son importantes, por pequeñas que fueran, usted lo tomaría a broma. Consideraría importante la compra de un avión, de un automóvil, de un campo de 100 hectáreas, pero no la de un caramelo. Pero no es una sola compra: muchas compras de caramelos se realizan en un día. Tal vez  se compran 1000 millones de caramelos en un día, y ahí aparece la importancia de la compra: son muchas las compras y su total es lo importante.
  Gracias a ese total se mueven las empresas que fabrican los artículos que se compran. Si no hubiera compras las fábricas no funcionarían. No habría empleos. No habría más que pobreza. 

Comprador

  Llamaremos comprador al consumidor final, al que hace uso de lo que compra y no lo transfiere, total o parcialmente, a otra persona. Quien compra cigarrillos es un comprador, si es quien los fuma. Si los revende no es un comprador, según la forma en que lo veremos en este libro.

Empleo

  Llamaremos así al conjunto de tareas que realiza una persona para satisfacer las necesidades de otra persona y por lo cual recibe una retribución. La otra persona puede ser un patrón (relación de dependencia) o un cliente (cuenta propia). No consideraremos como empleo al conjunto de tareas que una persona realiza para satisfacer sus propias necesidades. 
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Asalariado

  Llamaremos así a la persona que recibe un salario. Puede ser obrero o empleado o tener cualquier otra denominación, como jefe,

gerente, director general, decano de una casa de estudios, etc. Es el nombre que nos parece más cómodo para nuestras exposiciones. Además, nos permite evitar la distinción que se hace a veces entre los distintos tipos de jerarquías, como la distinción entre jefes y obreros, que para nosotros son la misma cosa. Si una persona trabaja por cuenta propia la consideraremos patrón y asalariado a la vez.


Importancia del comprador

  Para que usted tenga una idea de lo que significa un comprador, piense que, si nadie compra lo que se produce en el lugar en que usted trabaja, usted quedará sin empleo. Y si trabaja en un comercio que no tiene compradores también quedará sin empleo y, casi seguramente, sin medios de subsistencia. Eso le da idea de lo que significan los compradores. 
  Es más: piense en una industria que a usted le parece sumamente poderosa. Una industria gigantesca que factura 100.000 millones de pesos por año. Y piense en lo que sería de esa industria si dejara de tener compradores de sus productos. Dejaría de funcionar. Eso le muestra que la poderosa no es la industria en sí misma, sino que los compradores que tiene le dan ese poder. A lo más que puede usted llegar es a mostrar que esa industria tiene la capacidad de conseguir compradores, ya sea porque sus productos son fascinantes o porque logra seducir a los compradores. Pero si no tiene compradores esa industria no es nada.
 Podría argumentarse que es improbable que todos los compradores se pongan de acuerdo en no comprarle a esa empresa. Pero el poder existe. Un comprador es como un microbio. Uno no es nada, pero un montón de ellos, todos con los mismos propósitos, son suficientemente fuertes como para hacerse notar.
  Puede hasta pensar en industrias que no parecen serlo, como la

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preparación de las murgas de carnaval en Brasil, que tienen como compradores a sus propios participantes, cuyos dineros pagan los salarios de los compositores, los coreógrafos, los escenógrafos los músicos, los vestuaristas, etc., etc, etc. Hasta en la película argentina “El polaquito” se muestra que los que mueven toda la maquinaria del submundo en que se mueve el protagonista son los que le dan dinero, o sea los compradores de la actuación del “polaquito”, que es un niño de la calle que canta en los trenes. Son los compradores los que mueven toda esa “industria”.
  Y no podemos dejar de lado las industrias ilegales, como el contrabando, la caza de animales de especies protegidas, el tráfico de alcaloides, que medran gracias a los compradores que tienen.
  El comprador es importante: el que inventa algo lo fabrica esperando encontrar compradores. El que compite con otros fabricantes lo hace para encontrar compradores.
  Como se ve, el título de nuestro libro parece justificado: el comprador es importante en la Economía. Dejaremos para más adelante (libro segundo) su posible importancia en Política.

Criterio que utiliza el comprador para comprar

  Generalmente el comprador busca comprar un producto al precio más bajo posible. Este es un criterio muy digno de alabanza, porque permite cuidar el dinero. Es indudable que, cuanto más barato se compre, más cantidad de productos se puede adquirir, o bien se puede llegar a comprar todo lo necesario con el poco dinero que se tiene disponible. El comprar barato produce un gran placer, de modo que la búsqueda de los precios más bajos es un criterio apetecible.
  Las personas que se dedican a indicar a los consumidores los lugares donde se encuentran los precios más bajos son dignos de encomio.
  En los hogares en que hay una buena administración de los recursos, (léase economizar en los gastos), las cosas andan mejor que en aquéllas en que no hay control de los gastos.

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  Todos hemos sido educados para comprar lo más barato posible. Cualquiera que se comportara en otra forma sería mirado con sorpresa. Es más, se dudaría de que su forma de comprar sirviera para algo.
    Sin embargo, puede haber una razón para comprar algo más caro a pesar del precio: la calidad de lo que se compra. La calidad puede significar mayor duración, mayor lucimiento, mejor gusto, etc. Por ejemplo, convendría pagar un 50% más por un par de zapatos que van a durar el doble, convendría pagar un 10% más un traje si con él uno va a estar vestido más en consonancia con la fiesta a la que concurre, convendría pagar un 50% más un chocolate si uno lo disfruta como un manjar exquisito.
  Vemos que lo que nos han enseñado desde pequeños es razonablemente aceptable, y que tendría dos componentes: precio y calidad. Más exactamente, podríamos decir que lo que nos han enseñado y que nos proporciona placer es comprar en base a dos parámetros: precio y calidad. Mejor dicho: bajo precio y alta calidad. Si se consiguen ambas cosas, se logra el máximo de placer. Si sólo una de ellas, se ha hecho una buena compra. 
  Conviene, muchas veces, caminar unas cuadras y hasta ir a una población vecina para encontrar lo que a uno lo deja más satisfecho. Es más, podemos pedir el producto a otro país, y aún comprarlo sabiendo que entró de contrabando en nuestro país. Tal vez esto último esté fuera de la ley, pero...¿Y cuando compramos algo que sospechamos que es robado, pero es tan barato que no podemos resistir la tentación?
  Indudablemente, los dos parámetros nos parecen la combinación ideal. Inclusive estamos convencidos de que obligamos, mediante estos dos parámetros, a que los fabricantes se esmeren en fabricar productos cada vez más baratos y de mejor calidad, con lo cual estimulamos el crecimiento de la ciencia y de la tecnología. Son innumerables los ejemplos, a lo largo del tiempo, en que la necesidad de mejores y más baratos productos ha dado nacimiento
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a ideas que han revolucionado la industria y nos han brindado, a los compradores, mayores comodidades y placeres.
  La compra, atendiendo a bajo precio y alta calidad, parece ser el motor que nos lleva a la felicidad por medio de nuestro consumo de bienes.
  Sencillo y eficaz.
  A veces, por solidaridad, procedemos a comprar sin tener en cuenta nuestros dos parámetros, como cuando compramos para colaborar con una obra de beneficencia, para estimular al hijo de un amigo que fabrica algo o a un familiar que vende algún producto. Pero esto es sólo la excepción que confirma la regla.
  Parámetro
  Nos hemos referido a parámetros de compra sin haber dado una definición de la palabra parámetro.
  Parámetro es una cantidad que permite diferenciar dos cosas similares. Ejemplo: el parámetro de un círculo es su diámetro, que permite diferenciarlo de los demás círculos. En un rectángulo hay dos parámetros: largo y ancho, que permiten diferenciar a los rectángulos entre sí. En las compras nosotros utilizamos normalmente dos parámetros: precio y calidad, que permiten distinguir a los productos entre sí. En Política consideramos como parámetro más importante al índice de bananerismo, al cual definiremos en las próximas páginas.
 
  Célula económica
  Llamaremos así al municipio, que es el territorio más pequeño en el cual se desarrollan actividades económicas y que tiene un gobernante. Este gobernante puede unificar los criterios de todos los pobladores sin sufrir interferencias políticas importantes. Tiene autonomía. Para nosotros cada municipio es una célula económica, y lo consideramos virtualmente completo y relativamente independiente de los demás municipios, o sea de las demás células

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económicas. Esto significa que no le sería imprescindible, para su supervivencia económica, depender de cualquier otro municipio.

Comprar por precio y calidad

  ¿Es realmente conveniente comprar atendiendo sólo a precio y calidad?
  Para verificar que el elegir productos que compramos atendiendo sólo a precio y calidad es lo que más nos conviene, deberíamos aplicarlo a ejemplos de compras cotidianas. Lo que más nos viene a la mente es la compra para un comedor escolar: cuanto más barato compremos a más personas daremos de comer. Si debemos hacer beneficencia, nos conviene comprar más barato para satisfacer las necesidades de más personas. Si tenemos que comprar un libro y también comer, cuanto más barato comamos más posibilidad tendremos de comprar el libro. Los ejemplos son innumerables y no parece haber ejemplos que nos hagan dudar de la conveniencia, sin excepciones, de elegir el más bajo precio y la más alta calidad posible.
  Pero hay ejemplos que nos hacen dudar. He aquí uno:  
  Una mujer compra, en un comercio, el producto X fabricado en otro municipio, no donde ella vive. A este tipo de producto, fabricado en otro municipio, en otra provincia, en otro país, lo llamaremos exterior. Este producto X es, también, fabricado, en el municipio donde viven, por una fábrica en que trabaja el marido de la mujer que compra. El exterior es más barato que el local y la señora lo compra porque, según las hipótesis económicas y lo que ella aprendió desde pequeña, es lo que le conviene. Sin embargo, esto haría que la fábrica donde trabaja el marido perdiera una venta y produciría un pequeño daño en la fábrica (se fabricaría una unidad menos) que podría hacer peligrar el empleo del marido. Este daño sería pequeño, pero si los demás habitantes del municipio compraran en la misma forma, debería cerrar la fábrica por falta de ventas y dejaría al marido sin empleo, con lo cual ya no aportaría económicamente a su hogar, y la mujer perdería todo: al no tener ese sueldo no podría comprar lo local ni lo exterior. En consecuencia, en la hipótesis económica de adquisición de un

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producto por la señora debería ir incluida la posibilidad de perder el empleo que tiene el marido.
  Esto demostraría que, sin lugar a dudas, comprar productos no fabricados en el municipio puede llevar a la desocupación.
  Muestra también que tener en cuenta sólo precio y calidad no lleva, necesariamente, a una buena compra. Haría falta considerar si la fábrica es del municipio o no.
  El razonamiento anterior se refiere a un solo producto, pero puede ser extendido a todas las fábricas, considerándolas como una sola, que fabriquen todos los productos que se consumen en el municipio. En alguna fábrica trabajará el marido y, por lo tanto, lo hará en la “Gran fábrica del municipio”, considerando como tal al conjunto de todas las fábricas del municipio. Por lo tanto, si todos los habitantes del municipio compran todo importado, todas las fábricas cerrarán y quedarán desocupados todos los asalariados.
  Vamos a poner lo anterior en una forma que nos parece más contundente. Supongamos que, en un municipio, se fabriquen todos los productos necesarios para los habitantes de ese municipio. A estos productos los llamaremos A, B, C y D. En realidad pueden ser mil: bicicletas, empanadas, gomas de borrar, alambre de púa, camisetas, etc., pero pondremos sólo cuatro para fijar ideas. Las fábricas producen y los habitantes, que trabajan en ellas, consumen lo fabricado. En un momento determinado se traen del exterior los mismos productos A, B, C y D, pero a mitad de precio. Según nuestra lógica, nuestra intuición, lo que hemos aprendido desde niños, a esos habitantes les conviene comprar los productos exteriores. Y así lo hacen. Con el sueldo con el que antes compraban 100 productos, ahora compran 200. Si siguen con su tren de vida, en cada mes ahorran la mitad de sus sueldos. Negocio redondo. Sin embargo, las fábricas, al no tener ventas, cierran a los tres meses, y todos los habitantes quedan sin empleo y, por consiguiente, sin sueldos. En tres meses más gastan los ahorros que habían acumulado y quedan, luego, sin recursos. En seis meses los habitantes del municipio quiebran.
  Este último ejemplo muestra, sin lugar a dudas, que comprar productos exteriores produce desempleo y, más adelante, pobreza.

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  En general, la compra de productos exteriores es parcial y por eso es que no se produce una quiebra tan brutal, sino un desempleo limitado y una quiebra de sólo una parte de la población, formada por los excluidos.
  En consecuencia, el que compra debería atender a que, cuando compra, está cuidando su empleo y el de sus parientes y que, además, está sosteniendo la producción dentro de su municipio, que es lo que hace que éste prospere. Menuda responsabilidad para una simple compra.
.   Por supuesto, puede ser que una persona que compra no tenga parientes trabajando en alguna fábrica porque es empleado público o porque tiene una pequeña granjita en su casa, o porque vive de rentas, etc., etc. Pero el grueso de la población seguramente tendrá un empleo, en alguna industria, que depende de las ventas que hagan los patrones para que se les pueda pagar el sueldo y puedan adquirir lo que necesitan.
  Nuestros razonamientos nos llevarían a diálogos sorprendentes:
  ¿Por qué compra, señora, en este almacén, si le venden más caro que en otro comercio cercano? Porque en este almacén trabaja mi hijo y, si cierra, lo vamos a pasar mal.
  ¿Por qué compra, señora, esto, que se fabrica en el municipio, si un producto similar, foráneo, cuesta menos? Porque tengo a mi hijo trabajando en la fábrica que hace este producto en el municipio y, si la fábrica cierra, la vamos a pasar mal.
  Vemos que al trabajo lo genera el que compra, porque sus compras hacen funcionar a las fábricas. Si compra lo más barato, genera trabajo, pero vaya a saber dónde. Si compra lo fabricado en el municipio donde vive genera trabajo en su propio municipio, y si compra algo fabricado en el país X genera trabajo en el país X y desempleo en su propio municipio. Ergo, si quiere que haya empleo en Argentina, compre argentino, si quiere que haya empleo en Jujuy, compre jujeño, y si quiere que haya empleo en Bragado, compre bragadense.
  Por eso uno podría dejar de lado el placer de comprar lo más barato y sacrificar, en apariencia, parte de su placer y de su capacidad de compra comprando lo que se produce localmente en

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el municipio, con preferencia a lo exterior. Pero esto, no se asuste, querido lector, no implica que le estemos pidiendo a usted que lo haga. Implica que sólo le estamos informando de un mecanismo económico por el cual, tal vez, su municipio es pobre y arrastra en su pobreza a usted mismo, y que deseamos que, en vez de quejarse de que las autoridades del municipio no están gobernando bien, acepte que usted, comprando productos exteriores, colabora para que las cosas no sean como desea.
  Puede argüirse que, a veces, el dinero no alcanza para comprar más caro y que, si uno lo hace y los demás no, sólo logra perjudicarse uno mientras los demás disfrutan. No es tan así: uno se perjudica a cambio de algo y los demás habitantes del municipio no se apropian de lo que uno pierde, sino que se lo apropia la industria que, gracias a la compra del que compra los productos locales, sigue funcionando. Pero poniendo excusas no se logra evitar el gran dolor de que el municipio en que uno vive se empobrezca ni el que las autoridades no logren lo que no puede empezar a lograr uno mismo.
  Al comprar el producto local más caro uno estaría pagando un seguro para no quedar desempleado. La industria nacional o local, no es la más eficiente, y no baja los precios porque no puede. Aguanta lo que puede y después baja las cortinas, como se ha verificado durante los últimos años de la década de 1990 en Argentina. Nadie, pudiendo ganar dinero, va a cerrar su fábrica por capricho. Por supuesto, al bajar las cortinas, quedamos en la calle unos cuantos habitantes del lugar. Y no es que uno tendría que pagar más caros los productos para salvar a la industria local: tendría que pagarlos más caros para salvarse uno, no la industria.
  La tentación de compra sería muy grande, aún cuando uno supiera que la compra lo perjudica. El hecho de que el comprador proceda por instinto puede justificarse alegando que “la plata no alcanza y hay que comprar lo más barato”, pero también alcanza a gente con buenos ingresos, que compra automóviles importados y que va al supermercado para hacer diferencia y también al que compra productos contrabandeados. El comprar lo más barato produce gran placer y lo vuelve ciego al comprador.

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  El comprador argentino es, lamentablemente, a menudo, aliado de lo importado y de lo contrabandeado si es barato y es de calidad, y no es aliado de lo nacional y, menos, de lo local. Esta falta de alianza del comprador argentino con lo local podría ser la causa del empobrecimiento de todo el interior del país y la falta de alianza del comprador con lo nacional podría ser la causa del empobrecimiento general del país.

El compre local y el empleo

  La “compra local” como arma para no perder el empleo
  Si estudiamos la evolución del desempleo y de la pobreza a lo largo del siglo XX en Argentina, vemos que, a principio del siglo casi no había empleo en industrias; casi todos los trabajos estaban relacionados con las cosechas. Durante la década del 30 la desocupación y la pobreza en la Capital eran agobiantes. Recién alrededor de 1943, durante la segunda guerra mundial, se produjo, en Argentina, una disminución del desempleo y una disminución de la pobreza.
  La disminución del desempleo durante la segunda guerra mundial podría explicarse por la disminución de importaciones provenientes de los países en guerra. Significaría que, cuando no hay importaciones, disminuye el desempleo. Esto concuerda con lo que vimos anteriormente, porque al no haber productos exteriores no se los puede comprar, y es necesario “comprar local”.
  Y aparece como lógico razonando que lo que no viene fabricado lo tiene que fabricar uno y eso hace que se emplee gente. Sin embargo, el razonamiento lógico no parece suficiente, y por eso hemos recurrido al recurso histórico, que correlaciona bien las variables importación y desempleo. El razonamiento lógico en Economía no nos parece definitorio, porque en cada hecho económico hay muchas variables en juego y, consultados varios economistas sobre un mismo hecho, dan versiones generalmente encontradas.
  Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, entraban pocos productos importados (incluso llegaron a faltar neumáticos para los colectivos, los cuales transitaban sobre los rieles de los tranvías). Eso hizo que muchos productos se fabricaran aquí con capitales

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propios o de europeos que escapaban de la guerra. No eran capitales de casas matrices europeas. No podemos decir que los productos fabricados aquí en esa época fueran más baratos que los que se habían estado importando (textiles, por ejemplo) pero como toda la gente tenía trabajo, la carestía no se sentía y todo el mundo se sentía bien. Había mucho trabajo, en parte para abastecer a nuestro pueblo y en parte para exportar a los países en guerra. El recuerdo de esos días nos hace apreciar más el tener empleo que el comprar barato. Tener empleo hace sentirse digno. En los años 1940, 1941, 1942, había mucho desempleo. El que tenía trabajo vivía bien, pero mucha gente tenía trabajos temporarios (trabajaba un mes y estaba desocupado dos meses, por ejemplo).
  En consecuencia, podemos reforzar la hipótesis de que las importaciones aumentan el desempleo. Esto se confirma con los países que tienen poca industria, que exportan sólo materias primas y que importan todos los artículos de consumo, y que tienen, en general, altos índices de desempleo. He aquí una tabla (año 2003)
          Alemania                      9,8%
          Argelia                        27,3%
          Uruguay                      16,9%
          Filipinas                      10,1%
          Australia                       6,0%
  ¿Qué es lo que debería hacer el comprador para no generar desempleo y pobreza? Puesto que genera desempleo y pobreza al comprar productos exteriores, le convendría comprar sólo productos locales, o comprar los productos exteriores estrictamente necesarios que no se pueden fabricar en el municipio. Si en el municipio se fabrican tornillos, no debería comprar tornillos exteriores, aún cuando fueran más baratos y de mejor calidad. Y trasladando esto a cada municipio llegamos a la conclusión de que se debería “comprar local”, o sea lo que se fabrica en el municipio, por encima de lo que se fabrica en el país.
  Entiéndase bien: no estamos hablando de lo que le conviene al comprador, en el momento de la compra, sino de lo que le conviene a largo plazo, porque el comprar algo exterior aumenta el desempleo y, si la suerte no lo acompaña, uno de los desempleados

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puede ser el que está comprando. Aquí interviene la inteligencia del comprador, no su instinto.
  Con el “compre local” tal vez se podría haber capitalizado Argentina, es decir, desarrollar su industria, a principios del siglo XX, utilizando para las compras de productos locales las divisas obtenidas por los salarios que dejaban en el país las exportaciones de trigo y vacas. La falta de capitalización se debió, posiblemente, a la cantidad enorme de productos importados que se consumían a principios de siglo, incluyendo las importaciones de bienes suntuarios de los oligarcas. Dentro de este desgraciado panorama es de destacar que esas importaciones de bienes suntuarios eran más provechosas que el gasto de los ricos en Europa, porque la construcción de las mansiones daba trabajo a muchos trabajadores. Y este trabajo era pagado con salarios que se mantenían dentro del país, en lugar de pagar salarios a trabajadores europeos. Todo este dinero debería haber sido empleado por los trabajadores en comprar productos locales, industrializando al país, si es que se quería disminuir la desocupación.

  Problema:
  ¿Qué sucedería si, en un municipio, comprara productos locales sólo el 20% de sus habitantes? ¿Qué sucedería si los patrones de ese municipio sólo les dieran empleo a los que sólo compran productos locales?
  En el primer mes las fábricas locales trabajarán a plena marcha, pero como sólo venderán el 20% de la producción, moderarán su actividad en el segundo mes. Al tercer mes, como siguen vendiendo el 20%, se limitan a fabricar este porcentaje. Los asalariados serán despedidos en un 80%. Si es al azar, del 20% que queda trabajando sigue “comprando local” y el otro 16% sigue comprando exterior, de modo que la producción bajará al 4% y, luego de un año, todas las fábricas cerrarán y quedarán todos los habitantes del municipio desocupados.
  Si sólo logran empleo los que “compran local”, entonces, al despedir el 80%, los despedidos son los que compran productos exteriores. El 20% que “compra local” sigue trabajando y sigue

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“comprando local”, y la producción en el municipio se estaciona en el 20% y sigue así indefinidamente.
  Esto mostraría que a los patrones les conviene tener como empleados sólo a los que compran exclusivamente productos fabricados en el municipio y que, en caso de crisis, les conviene despedir a los que compran productos exteriores.

Posibles aspectos negativos del “compre local”

  Posibles aspectos negativos del “compre local”
  La sensación que un comprador puede tener, en principio, es que él solo no hace nada. Es cierto. Pero las acciones de muchos compradores, al sumarse, pueden producir grandes efectos.
  También puede decir, quien lee esto “¿Y quién convence a todos?” Pensamos que no hay que convencer. Lo único que hay que hacer es informarse y proceder en consecuencia, sin esperar que todos los demás compradores hagan lo que uno hace. Hay muchas determinaciones que uno toma sin esperar que otros lo acompañen en su decisión. Por ejemplo, teñirse el pelo o dejarse las patillas o comprar churros para comer al tomar mate, o dejar de beber alcohol porque hace mal al hígado. O barrer la vereda  de su casa. O pagar los impuestos o dejar de pagarlos.
  Se puede también alegar:”¿Y si la plata no alcanza?” La plata siempre alcanza, y ese alcance depende sólo de las ambiciones del comprador. Sólo no le alcanza la plata al que está desocupado. Es cierto que, si uno tiene entradas pequeñas, tiene que privarse de muchas cosas, pero no estará en la miseria, y puede adaptarse, como lo hemos visto en muchos casos, en ejemplos concretos, como jubilados, pensionados, mantenidos y ayudados por los hijos, víctimas de enfermedades parcialmente incapacitantes, empleados precarios, subempleados, etc.
  Que si nos ponemos a “comprar local” va a haber PYMES locales que van a tratar de obtener ventajas no cabe duda, pero creemos que en el total no tendrían importancia y no podrían hacer trapacerías por mucho tiempo. Nos basamos en la ley de los grandes números, utilizada en Estadística, que dice que en un número grande de sucesos el porcentaje de cada uno de los diferentes sucesos en estudio se mantiene constante. Esto, aplicado

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al comercio, nos lleva a la conclusión de que la mayoría de las operaciones comerciales son honestas. La mala distribución de la riqueza emana de que el comprar sólo atendiendo a precio y calidad no es coherente, y la causa de esa mala distribución no es la deshonestidad de las operaciones comerciales. Sin embargo, el “comprar local” se opone al instinto de comprar barato, y eso nos hace ser cautelosos en nuestras previsiones.
  Se podrían también originar represalias contra el “compre local” que partan de empresas perjudicadas: por ejemplo las grandes multinacionales. Una primera etapa de acciones de multinacionales contra el “compre local” podría ser fabricar en cualquier país sin hacer constar en el producto el lugar en que se fabricó, cosa que se hace actualmente, aunque con otros fines. Esto se contrarrestaría tomando como exterior todo producto que no indique su procedencia.

  Caso en el que no “comprar local” no produciría desempleo
  Si la señora que compra lo importado y no lo que fabrica el marido dijera: “no compro lo fabricado por mi marido, pero no lo perjudico, porque lo que él fabrica se exporta y no es necesario venderlo en nuestro municipio”, se ve que no “comprar local” podría no producir desempleo si se exporta tanto producto como lo que se compra importado. Pero si no se exporta lo suficiente, el “comprar local” produce desempleo. Según esto, los países industrializados, que exportan mucha cantidad de productos manufacturados, no debieran tener desempleo.

Desconfianza sobre el compre local

  Desconfianza sobre que el no “comprar local” produzca desempleo
  Es difícil darse cuenta de que el comprar todo exterior produzca desempleo, porque en todas partes hay empleo y desempleo, sin hacerse evidente que importe cuánto se compra de local y de cuánto se compre de exterior. Hasta hay lugares donde se compra mucho importado y, sin embargo, el desempleo no es tan alto (Ejemplo: Capital Federal). Pero los hechos económicos ocurren

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por la intervención de muchas variables y eso confunde los razonamientos. Conviene más examinar esas variables una por una, tratando de evitar mezclas que impiden llegar a conclusiones indiscutibles.

  En una escuela se disgustan con la tiza que compraron y se vuelcan a comprar tiza importada. Pésima medida: quieren darle un futuro feliz a los alumnos y ya les están quitando trabajo para cuando se gradúen.

  Cuando se aumentan los sueldos y aumentan los precios manteniendo intacta la relación entre sueldos y precios, y se mantiene el valor del dólar, se aumentaría el desempleo porque se comprarían más productos importados, que mejoran sus precios relativos en tales situaciones.

  No es lo mismo el producto de consumo final que la herramienta, que se emplea en un estadio intermedio. Si un dentista utiliza una pasta para obturar las caries de los dientes de sus pacientes y, por “comprar local”, sus obturaciones duran el 80% de lo que duran la realizadas con productos exteriores, entonces no debe “comprar local”, aún cuando el producto sea más barato, porque está poniendo en peligro su profesión, a menos que aclare al paciente que usará un producto local de menor duración pero que, en compensación, le cobrará menos el trabajo . Si un mecánico arregla una parte de un automóvil para lo cual debe poner mucha mano de obra, como reparar un embrague, y los repuestos de reparación locales le duran el 80% de lo que le duran los exteriores, no debe “comprar local”, a menos que le aclare al cliente la situación y le cobre menos la mano de obra. Pasa en esto como cuando le implantan a alguien un marcapasos: tiene que durar el mayor tiempo posible, para correr menos veces el riesgo de la implantación.
  Lo mismo ocurre con las armas de guerra: deben ser lo más seguras posible, porque de ellas depende la supervivencia de uno. Tampoco aquí cabe el “compre local”: hay que elegir lo mejor.

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  Si una herramienta local no logra una precisión aceptable para un producto, debe usarse una exterior, pero si la precisión es aceptable aunque la exterior tenga precisión superior, convendría que se use la local. El “compre local” tiene un límite para las herramientas, pero no lo tiene para los artículos destinados a consumo, como galletitas, caramelos, leche en polvo, atún enlatado, linternas, cochecitos de bebés, bicicletas, limpiaparabrisas, pinturas, lápiz labial, cuadernos, sábanas, camisetas, pantalones, hilo de coser, etc., etc., en cuyo caso“comprar local”, aunque sea un poco más caro, es, indudablemente, más beneficioso.

  La primera lección de Economía en todas las escuelas, desde la primaria, debería ser: “el que compra exterior aumenta el desempleo”.

  En el fondo, lo que queremos aquí es que la Economía que los grandes economistas piensan para un mundo globalizado se realice, en la misma forma, en pequeño, familia por familia, municipio por municipio. Tal como es la relación entre personas. La relación entre países es débil, entre provincias no tanto, etc. Y dentro de la familia es la más fuerte. Así debiera ser en la Economía: las relaciones comerciales dentro de la familia deben ser las más fuertes, dentro del municipio algo menos, etc. Esta es la pretensión última del “compre local”.

  El hecho de que no todos los habitantes sigan una conducta no invalida la tarea de los que sí siguen la conducta. Es cierto que hay conductores que no obedecen los semáforos, pero muchos los obedecen y eso le da al tránsito cierto orden. Lo mismo pasa con las normas sociales: los que las siguen hacen que nuestra sociedad  no sea un desorden. Aún cuando no todos “compren local”, igualmente el hecho de que un porcentaje de la población lo haga (por ejemplo, el 75%) puede producir cambios significativos en el desenvolvimiento económico de una localidad.

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  Al arte local y, al mismo tiempo, a la economía local, se lo apoya yendo a ver películas locales, cantantes locales, etc. y no criticando a los funcionarios porque el presupuesto cultural es exiguo. Además, el ver películas extranjeras, ver series de televisión extranjeras, comprar cuadros de pintores extranjeros, comprar discos de músicos extranjeros, aumentaría el desempleo en Argentina, como las compras de cualesquiera otros productos extranjeros.

  Debería ser aceptable que un patrón discrimine al brindar empleo a un asalariado que compra productos exteriores con preferencia a los locales, ya que esas compras perjudican a todas las empresas del municipio y perjudicaría, indirectamente, a la empresa donde ese asalariado trabajaría. Es inconcebible que una fábrica del municipio le de un salario a una persona para que ella lo utilice en la compra de productos exteriores, destruyendo así a las fábricas del municipio por falta de ventas.

  Si nos abstuviéramos de recomendar, para un puesto de trabajo, a alguien que compra casi todo exterior o de fábricas grandes,¿estaríamos procediendo mal? No, porque estaríamos cuidando nuestros propios puestos de trabajo.

  Las comidas de beneficencia en escuelas, barrios, en que las amas de casa hacen empanadas, pasta frola, etc. y luego se venden entre vecinos son, en realidad, formas disimuladas del “compre local”.

  Con que el 20% de los compradores abrace el “compre local” ya se ahorra el 20% de las divisas y se ayuda al gobierno en las negociaciones por la deuda externa.

  El completar el sueldo con productos de la fábrica en que uno es operario, con factura de la panadería de la que uno es repartidor,

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con viajes gratis en la línea de colectivos en la que uno es conductor, son diversas formas del “compre local”.

   Homero Manzi, poeta argentino de merecida fama, sostenía que, aunque nosotros fabricáramos algún producto con menos calidad que los europeos, nos convenía comprar el nuestro, porque eso permitía que fuéramos haciendo el producto cada vez mejor. Esto es similar a lo que sostenemos en este libro.

  El “compre local” produciría el verdadero federalismo, porque fortificaría a las provincias pobres y acercaría las magnitudes de sus poderes a la magnitud del poder central.

  Propaganda política de un intendente: “Usted “compre local”. De lo demás me encargo yo”. Creemos que sería un buen eslogan para una campaña política: el “compre local” le daría un basamento económico firme a cualquier intendente.

  Hay quienes dicen que el “compre local” podría mantener a las fábricas del municipio en un nivel artesanal, pero si en ese nivel artesanal fabricáramos  circuitos integrados,¿de qué podríamos quejarnos?

  Expresiones sucesivas de un mismo señor (extraídas de la realidad) a lo largo de veinte años:
a)      Compré un JVC japonés. Está barato. Viajé a Europa. Un plan barato.
b)      Compré mucho importado. Es barato y bueno.
c)      Cerré mi empresita. Estoy de remisero.
d)      Le dije a mi hijo: “Cuando te recibas andate a otro país. Aquí no pasa nada.”
  Esto está extraído de la realidad y se puede aplicar a muchas personas argentinas que conocemos. Algunas tenían sus propias empresas, otras tenían buenos puestos en empresas que andaban

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bien. Ninguna de ellas tiene idea del “compre local”. Más bien lo
miran con recelo, aunque lo consideran lógico.

  Nos sedujeron induciéndonos a consumir productos manufacturados de otros países y nosotros nos dejamos seducir. Y ahora exclamamos: “¡Hay que pagar la deuda externa! ¿Qué hacemos?” Y nuestros acreedores nos dicen: “Eso es problema de ustedes, no nuestro”.

  Lo que dice el escritor Galeano en “Las venas abiertas de América Latina” de que la oligarquía peruana se daba una vida llena de lujos gracias a la exportación de guano debe ser completada con “gastaba todo en productos extranjeros”. Si lo hubiera gastado en productos peruanos tal vez Perú se hubiera industrializado. Los oligarcas peruanos podrían haber enriquecido a su propia industria y armado un ejército poderoso, porque sólo una buena industria produce un buen ejército.

  La picardía de que hacían gala nuestros  mayores al  decir “estoy elegante porque mi traje es de casimir inglés”, cuando les señalaban que estaban bien vestidos, era lo que hacía que nuestros  padres no consiguieran trabajo, debido a los que compraban cosas importadas, como el casimir inglés.

  El productor extranjero vende un producto, pero no le da trabajo al comprador. El vendedor local vende un producto y le da trabajo al comprador. No es necesario ser demasiado inteligente para darse cuenta de qué es conveniente comprar.

  Uno cree que al terminar la compra terminó todo. Pero no es así: después de la compra viene la reposición. Si el que hace la reposición es un fabricante local, tenemos trabajo. Si es un fabricante extranjero quedamos desocupados.

  Ojo: el comprar extranjero no reduce nuestras riquezas; las

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aumenta. Nos equipamos: tenemos video-cassetteras, televisores color, lavarropas automáticos, etc. importados. Pero perdemos nuestras máquinas de generar riquezas, que son nuestras industrias. Y al no tener industrias nos empobrecemos.

  Pusieron cable hace poco en una localidad del interior. Todo el mundo contento, pero sin calcular que el dinero que sale de la localidad por el pago de los abonos de cable no se repone con dinero extra que entre en la localidad y que eso hará que las compras que se harían en la localidad con ese dinero no se harán. Disminuirán las ventas, se fabricará menos y algunas personas quedarán sin empleo, y le echarán la culpa al gobierno. Uno se empobrece con el cable, pero teniendo todas las comodidades. Algo así como un noble venido a menos, que poco a poco va perdiendo sus posesiones. Nos da pena la gente de esa localidad Parece tener más y tendrá menos, y lo peor es que no entenderá por qué.

  En Misiones (Posadas) las emisoras de radio son repetidoras de las de Buenos Aires. Tal vez porque a los habitantes de Posadas les gusten más que las locales pero, ¿saben estos habitantes que parte de sus sueldos se van en el pago a las radios  de Buenos Aires y parte de sus empleos también?

  Escuchamos a un señor: “Hay que introducir en nuestros provincianos la cultura del trabajo para que no pasen hambre y para que no esperen que el Estado los auxilie”. No estamos de acuerdo: hay que introducir en nuestros provincianos la cultura del “compre local”.(Que es, en última instancia, la cultura del trabajo propio, siendo el “compre extranjero”, la cultura del trabajo ajeno).

  Cuando una fábrica extranjera fabrica pan en Argentina, los argentinos ponemos la harina , el agua, la mano de obra, la levadura, la electricidad y, sin embargo, la fábrica extranjera se lleva al exterior el 20% que obtiene de ganancias, o sea que el pan

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que compramos es, en un 20%, importado. Lo mismo pasa con las demás empresas extranjeras que fabrican bienes para nuestro consumo interno.¿No tendríamos que cambiar de conducta los compradores? Importamos hasta cuando no importamos. Y estamos importando pan, cuya fabricación es trivial, no televisores ni computadoras.

  El fabricante no produce para el beneficio del comprador, sino para su propio beneficio. Ofrece más barato y mejor, no porque esto le convenga mayormente al comprador, sino porque así logra más mercado y perjudica a sus competidores. Sin embargo, sin querer, el fabricante trabaja para el beneficio del comprador, porque produce cosas que el comprador necesita para vivir mejor (leche en polvo, peinetas, mermeladas, máquinas de lavar, etc). A veces, las menos, también las hace queriendo, como cuando mejora por su cuenta un producto. El problema para fabricante y comprador se presenta cuando otro fabricante le disputa al primero los favores del comprador. Si el nuevo fabricante es de otra zona (del mismo país o de otro país) y vence al primer fabricante obligándolo a cerrar, entonces la zona en que vive el comprador se queda con una fábrica menos y, por lo tanto, con una fuente menos de trabajo. De aquí que la fidelidad del comprador a las fábricas locales tiene una importancia que puede ser mucho mayor que el precio del producto. Hay que cuidar al proveedor, como si el comprador fuera también dueño. Y esto es la base del “compre local”. No sólo hay que hacer las compras para pertrecharse. También hay que hacerlas para sobrevivir.

  ¿Por qué competir? El Capitalismo nos obliga a competir, pero tal vez podamos competir no en todos los planos, sino sólo en los que corresponda. No es necesario que una fábrica de galletitas local compita con una fábrica internacional de galletitas. No es necesario en absoluto. Si el comprador quiere mantener sus fuentes de trabajo debe “comprar local”, no debe permitir que las fábricas del lugar donde vive entren en competencia con fábricas

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monstruosas que le van a permitir comprar más barato pero le van a quitar su fuente de trabajo (y de nada vale que las cosas sean baratas si no se tiene un sueldo para comprarlas). La competencia es buena sólo entre PYMES locales.

  Cuanto más fábricas haya en la localidad y cuanto más alta tecnología se utilice  en ellas, mejor es para la educación de los niños, que son estimulados a logros en que no son estimulados en localidades sórdidas, sin otra cosa que palas, azadas, arados y cacerolas. Esto no aparece en los textos dedicados a la educación. Al menos no como cosa fundamental. El niño que está rodeado por objetos más sofisticados empieza su educación desde más arriba que el que crece en un lugar con cosas sin sofisticación. Por ejemplo, el que tengan en la casa un teléfono o no ya da una forma diferente de enfocar las cosas en el niño. Por eso el buscar aumentar el número de fábricas en cada municipio por medio del “compre local” nos agregaría una nueva ventaja: permitiría una mejor educación de los niños.

  Un economista español opinó, a principios de 2001, sobre la economía argentina, que los inversores españoles les brindan servicios a los argentinos que pueden pagar, que son un millón de personas que tienen sueldos altos y que los demás argentinos no interesan. Nos regalan las razones, a los compradores pobres, para dejar de comprar productos españoles y “comprar local”.
  Confesamos que no nos diferenciamos demasiado de la forma de pensar del economista español: hace un tiempo queríamos fabricar unas mesitas paquetas pero caras, y se nos ocurrió que no íbamos a tener mucha gente a quien vendérselas, y de ahí pensamos en que sólo teníamos posibilidades en la gente de buena posición económica. Así que excluimos del consumo de nuestras mesitas a la gente de bajos ingresos. Para ser honestos, deberíamos haber tratado de fabricar mesitas más económicas para la gente de bajos ingresos, pero no excluirla. En estas condiciones el que “no comprara local” no sería excluido: se autoexcluiría, porque con sus compras favorecería a empresas que lo excluyen a él. Para que

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 haya menos excluidos (léase “desocupados”), se deduce que una solución podría ser la adopción del “compre local”.

  La búsqueda de la excelencia por el comprador es lo que lo lleva a la miseria. Buscando lo mejor se compra lo exterior, que empobrece. Buscando la mejor tecnología nuestros empresarios compran tecnología en el exterior y dejan sin trabajo a nuestros investigadores. Es mucho mejor acostumbrarse a consumir lo que se puede hacer en el municipio donde uno vive. Para eso está el “compre local”: más vale regular para muchos que bueno para pocos. La excelencia sólo debiera ser para cosas en las que está la vida en juego: armas de guerra y atención médica.

  La erradicación de la pobreza no parece ser un tema interesante para los políticos ni para los científicos. El “compre local” tendería, frontalmente, a erradicar la pobreza, al brindarle a todos mayores posibilidades de tener empleo, sin necesidad de apelar a la política ni a la ciencia..

  Desempleo por compras a proveedores grandes
  Convendría ver si el comprar productos exteriores es la única causa de desempleo, porque no explicaría el hecho de que hay países industrializados con altos índices de desempleo, como Alemania y Francia, que consumen manufacturas importadas, pero también las exportan, lo cual compensa, como ya vimos. De modo que, en esos países, habría que buscar otras razones para el desempleo. Se nos aparece, como posible, el grandor de sus fábricas, porque el desempleo creció al crecer el tamaño de las fábricas, al fusionarse entre sí para formar fábricas más grandes. También podría influir el tamaño de los comercios que, de pequeños locales minoristas, han pasado, en gran medida, a ser supermercados, que son grandes comercios minoristas. La razón no está tan a la vista, y consistiría en que las fábricas grandes y los supermercados producen mucho ahorro de dinero y esto genera desempleo. Esto ya fue demostrado por el economista Keynes: el ahorro de dinero produce desempleo.

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  Podemos ensayar un modelo que parece satisfactorio: un estanciero trabaja junto con sus peones, a los cuales paga con los productos que fabrican conjuntamente (alimentos, zapatos, cuerdas, látigos, cacerolas de barro, ropas, telas, monturas, bicicletas, medicamentos, etc.). Si el estanciero no guarda productos, es decir, no ahorra, cada año queda sin reservas y es necesario empezar de nuevo a fabricar lo que se va a consumir en el año entrante. Los peones trabajan constantemente y siempre tienen empleo. Pero, si el estanciero, aparte de los productos que separa para su propio consumo, guarda otra parte como ahorro, como ganancia, y este ahorro de productos se acumula en demasía, el estanciero puede decir, en un momento dado: no quiero fabricar nada este año; me arreglo con lo que tengo acopiado de años anteriores. Los peones quedan, entonces, sin trabajo. Y recuperarán el trabajo cuando el estanciero termine de consumir lo que tiene ahorrado. Esto nos muestra que el ahorro del estanciero produce el desempleo de sus peones. Si, en vez de la estancia, ponemos al total de fábricas del mundo, podemos sospechar que es el ahorro de los patrones lo que produce desempleo.
  Si, en vez del estanciero grande, hay varios pequeños que tienen la misma producción, en conjunto, que la que tenía el estanciero grande, se va a producir el mismo ahorro en el mismo tiempo, y los estancieros pequeños van a decir, en un momento dado: no voy a fabricar nada este año. Los peones quedarían, entonces, sin trabajo. Pero a los estancieros pequeños se les acabarían más pronto los ahorros, porque son varios a consumir, en vez de uno solo. Y los peones quedarían desocupados menos tiempo con varios patrones pequeños que con un solo patrón grande.
  Esto nos demostraría que las fábricas grandes producen más desempleo que las pequeñas, y que el desempleo es debido al ahorro de los dueños de las fábricas.
  Cuando las fábricas son pequeñas (PYMES, por ejemplo) las ganancias que obtienen los patrones son utilizadas por éstos en realización de viajes o en darse gustos especiales, de modo que se diluyen y no generan desempleo. En el caso de grandes fábricas las utilidades no pueden ser utilizadas porque son cuantiosas (por

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ejemplo, una PYME puede dar una ganancia de 60.000 dólares anuales, que su patrón gasta en sus consumos habituales, y una gran empresa puede dar una ganancia de 60.000.000 de dólares y el patrón o los patrones no llegan a gastarlos en sus gastos particulares). De ahí que las empresas pequeñas no generarían desempleo y las grandes sí, pero no por mala disposición o por planes preconcebidos, sino a pesar de los esfuerzos que hacen las fábricas grandes y los gobiernos para evitar la desocupación.
  Para el caso de los comercios grandes el argumento es similar: el comerciante grande vende más, por vender más barato, y ahorra más productos, lo que hace que éstos queden en las estanterías, y su consumo personal no alcanza a que consuma lo que ahorra ( es decir, lo que quedó en las estanterías). Esto hace que no solicite al patrón de la estancia (o a los patrones de las estancias pequeñas) la reposición de los productos; éstos se acumulan en las estancias, los estancieros se toman un descanso en la producción y los peones quedan desocupados. Si los comerciantes son pequeños también ahorran, pero consumen más rápidamente lo que les queda en las estanterías y los peones quedan menos tiempo desocupados.
  Sin embargo, está aceptado sin discusión, en la Economía Clásica, que el ahorro de los empresarios es necesario porque se transforma en inversiones y genera fuentes de trabajo. Esto, por lo visto aquí, es discutible. El ahorro, seguido de inversión, produce crecimiento económico, pero no disminuye el desempleo. Es que, durante un tiempo, la ganancia no es reinvertida y durante ese tiempo la ganancia es ahorro. Un caso especial es el de un país industrializado cuyas fábricas fueron destruidas durante una guerra (como el “milagro alemán”) en el que las ganancias fueron reinvertidas inmediatamente, antes de convertirse en ahorros.
  Ergo, si comprar productos de fábricas grandes o productos vendidos por comercios grandes aumenta el desempleo, al comprador le convendría comprar lo fabricado por fábricas pequeñas y lo vendido por comercios pequeños.
  Generalmente, los comercios más grandes venden a precios menores, de modo que comprar en comercios pequeños a mayor precio parece un desatino, pero puede ser que el aumento de

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desempleo producido por comprar en comercios grandes alcance al comprador, no ahora, pero sí más adelante, haciendo que lo que el comprador ahorró lo pierda luego con creces, al estar desempleado.
Nuevamente, la inteligencia se enfrenta al instinto.

Dos comportamientos

  Podemos, entonces, explicar el desempleo y la pobreza en Argentina, en casi todos sus municipios, durante el siglo XX, por medio de dos comportamientos:
1)      Los compradores compran productos manufacturados exteriores.
2)      Los compradores compran en comercios grandes, o los productos que compran fueron fabricados en empresas grandes.
  Puede ser que haya otras causas, pero estamos convencidos de que estas dos son las causas principales.

  Problema:
  ¿Cómo podría encontrarse una apreciación del índice de desempleo en base al ahorro de los patrones, suponiendo que los asalariados no ahorran?
  Nos remontamos al modelo de la estancia. Si el patrón ahorra el 12% de la producción total en un año y este 12% lo gasta en 3 meses, dejará sin trabajo a sus peones durante 3 meses. Los peones trabajarán normalmente 12 meses y quedarán sin empleo 3 meses, o sea que la desocupación será del 20% en promedio. La fórmula para calcular el desempleo será:

 % desempleo = tiempo en que se gasta lo ahorrado en 1 año . 100
                           1 año + tiempo.................................en 1 año                                

  Se ve que no importa lo que se ahorra, sino lo que se tarda en gastarlo.
  Si, en lugar de la estancia, se toma el conjunto de todas las fábricas del mundo, seguiría valiendo la misma fórmula, y el gasto de lo ahorrado en el año se reemplazaría por tiempo que se tarda en invertir lo que se ahorró en el año.

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  Este índice de desempleo no es el mismo que dan las estadísticas estatales. Este índice es el porcentaje de horas trabajadas por los asalariados en relación con el total de productos consumidos por los asalariados. Las estadísticas estatales dan unos índices de lo más fantasiosos como, por ejemplo, que alguien que trabajó una hora durante la última semana no es un desocupado y que, si se trasladaran esos índices a nuestra forma de medirlos se multiplicarían, por lo menos, por 2.
  Como, en Europa, el desempleo ronda el 11%, lo que se invierte en el año sería 8 veces mayor que lo que se ahorra por año, o sea que se tardan 45 días en invertir lo ahorrado en el año anterior.
  Por supuesto, los asalariados a nivel mundial no quedan todos desocupados al mismo tiempo: van rotando.

  Dejar de comprar a empresas grandes podría ser injusto
  El hecho de que un empresario que luchó toda su vida para tener una gran empresa sea dejado de lado por los compradores no parece ser una conducta justa por parte de los compradores. En general se caracterizó, este empresario, por ofrecer productos baratos y de alta calidad y de estar al tanto de las informaciones necesarias para saber cuáles eran los más rendidores pasos a seguir. También podría cercenarse la ambición de personas que esperan formar grandes comercios o grandes fábricas. Pero el problema es que la ambición no quita la necesidad de ahorro que tiene el gran empresario y que es gracias a ese ahorro que puede hacer reinversiones o puede comprar a las empresas competidoras que van quedando por el camino y también a las empresas que no compiten con él, pero que a él se le ocurre comprar. Inclusive, actualmente, ya no son personas físicas los patrones: son directorios que manejan grandes corporaciones y que ahorran y que, además, intentan manejar países enteros con el tremendo poder que tienen (en enero 2005 se calculaba que tenían el 80% del poder en Argentina).
  De modo que el considerar justo o injusto el no comprarles a las grandes empresas no da lugar a discusión, a menos que uno quiera vivir toda la vida con riesgo de quedar desempleado.

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  Hay cosas, también, que hay que tomar en cuenta en el análisis de lo que estamos viendo:
a)  Las empresas grandes juegan un partido y las pequeñas otro, aunque en la Economía Clásica se pretende que juegan el mismo juego. Los poderes de grandes y pequeñas empresas para torcer la sana competencia son muy dispares.
b)  Hay una fábrica grande en la comarca. Orgullo de la comarca. Sostén de la comarca: El dueño la vende a un extranjero, que la cierra para no tener competencia. ¿No hubiera sido mejor tener varias PYMES, que no hubieran sido vendidas así, en lugar de la fábrica grande?
  Además, las empresas grandes llevan a cosas poco favorables a los compradores. Por ejemplo:
  Los supermercados conquistan a los compradores y hacen desaparecer a los negocios pequeños cercanos y luego doblegan a las PYMES proveedoras, que no pueden defenderse vendiendo a los negocios pequeños que cerraron.
  Hacen propaganda por radio y televisión: “Compre en XXXX, que tiene los precios más bajos”. Y es cierto que puede hacer precio. Esta empresa grande desplazará a otras pequeñas, éstas cerrarán sus puertas, y se producirá la concentración económica, que produce desempleo.
  Hay supermercados que favorecen el esclavismo haciendo trabajar a sus empleados 16 horas diarias.
  Unas pocas fábricas grandes tienen el 80% del mercado a pesar de los esfuerzos que hacen las PYMES, que son numerosas, por conquistar a los compradores, los cuales favorecen, sin darse cuenta, a los grandes proveedores.
  Los formadores de precios son empresas grandes o grupos de ellas. Las empresas pequeñas no forman precios, a menos que formen agrupaciones fuertes de tipo mafioso. Las empresas pequeñas se conforman, en general, con un tanto por ciento fijo de ganancia sobre sus costos de producción. Prácticamente no especulan con la formación de precios.                             
  Si para poner un supermercado aportan dinero para obras para lucimiento del intendente y del Concejo Deliberante y luego el

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supermercado arruina a todos los negocios pequeños y aumenta la desocupación y arruina al municipio. Y nosotros le compramos al supermercado porque vende más barato. ¿Estamos comprando más barato, realmente?
  No hay, se ve, razones para privilegiar a los empresarios más grandes, ni aún considerando los esfuerzos que esos empresarios han hecho a lo largo de sus existencias.

  El dinero ahorrado en el banco, aunque éste lo invierta, es dinero ahorrado, porque el ahorrista quiere que se lo devuelvan como dinero y no como productos. Si el ahorrista aceptara productos, ya no sería dinero ahorrado y no se produciría desempleo. Al devolver el dinero al depositante, otra vez están los productos sin vender en las estanterías. En promedio siempre hay productos sin vender.

  Es mejor, para nuestros intereses económicos en general, el albañil o el chapista que viven al día, a pesar de que parezcan pecar de imprevisión, y no el rico que ahorra y que parece un modelo de previsión. Porque el ahorro genera desempleo.

  Es idea arraigada en la Economía Clásica  que si el patrón no ahorra no reinvierte y el obrero queda desempleado. O sea que hay que dejar que el patrón gane todo lo posible para que el obrero tenga trabajo. Choca frontalmente con nuestras convicciones.

  La actividad narcotraficante produciría mucha desocupación porque los narcos tienen mucho dinero ahorrado.

  En los “paraísos fiscales” hay ahorrados 5 billones (5 millones de millones) de dólares, lo cual muestra que quienes dicen que el dinero ahorrado se invierte enseguida pecan de optimismo exagerado.

  Los grandes capitalistas argentinos llevan sus capitales al exterior (ver, en “diccionario”, “efecto Luciano”). Cuando se

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trató de hacer crecer las empresas para obtener esos  capitales (ganancias de las empresas) se luchó hombro con hombro con los obreros y se obtuvieron esos capitales pensando, tal vez, en reinvertirlos para el bienestar de todos pero, llegado el momento, el invertir en el exterior resultó más tentador y, empobreciendo al país y generando desocupación, se enviaron esos capitales al exterior. Reconocemos que el que ganó dinero dentro de la ley tiene derecho a depositarlo donde le parezca más conveniente, pero pusimos este ejemplo para que se viera que el que progresa puede olvidarse del que lo ayudó. No es un acto de maldad, sino la muestra de una característica del proceder humano. Por eso ayudar a crecer a las grandes empresas podría ser peligroso para el comprador, sobre todo para el comprador pobre.